Joey es, quizá, la cara más visible del escándalo: es el vivo retrato del polémico doctor Karbaat de joven. "Tanto, que la primera vez que vi una fotografía suya casi me caigo de espaldas", cuenta. Este treintañero es sólo una de las más de 20 personas que esperan que les autoricen a testar el ADN del médico, fallecido en abril.
A Joey podrían salirle más de 40 hermanos de golpe, porque las pruebas, a uno de sus hijos legítimos, ya han demostrado que el difunto médico es "casi seguro" progenitor de otras 19 personas concebidas en su clínica, donde inseminó a miles de mujeres durante décadas.
Él mismo le habría confesado a una de las denunciantes que decenas de veces había utilizado su esperma en vez de los donantes anónimos seleccionados por las clientas, decía, "por el bien de la Humanidad". Eso, antes de tener que cerrar su consulta en 2009 por mezclar semen de varios individuos, engendrar más bebés de los permitidos por donante o engañar a las madres sobre el perfil de los hombres.
"Durante mucho tiempo creí que mi padre era un turco, o algo así", asegura Joey. Los abogados de los Karbaat intentan impedir más pruebas de ADN. Alegan que el doctor fue "un pionero de la fertilidad" y que hasta "hizo felices a muchos padres".
Las razones
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