Los 11 rinocerontes fueron llevados a principios de julio del lago Nakuru, centro del país, y del Nairobi National Park al parque de Tsavo Este, sureste, dentro de un plan en el que participó el Fondo Mundial para la Naturaleza, WWF, en sus siglas en inglés, y cuyo objetivo era crear espacios más seguros para estos animales en un hábitat adecuado.
La muerte de los rinocerontes poco después de su traslado ha generado fuertes críticas hacia el Servicio de Conservación de la Flora y Fauna Salvajes de Kenia, KWS, encargado del transporte, y el ministro de Turismo, Najib Balala.
Estos animales comenzaron a morir apenas una semana después de llegar a Tsavo Este.
Las organizaciones ecologistas y de protección de animales consideran que la relocalización de especies para su conservación es importante, a pesar de lo complejo de la misión, y se muestran sorprendidas por las muertes de estos rinocerontes negros, por lo que piden que se investiguen las causas de ello y qué pudo ir mal.
El KWS y el Ministerio de Turismo se han culpado mutuamente del traslado y de quién tiene la responsabilidad de las muertes de los ejemplares de esta especie en peligro de extinción.
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La población de rinocerontes en Kenia se cifró en 1.258 a finales de 2017, lo que, pese al riesgo de extinción de estos animales, debido en parte a la caza furtiva, supone un aumento considerable desde los años 80 del pasado siglo, cuando solo había en el país unos 400 ejemplares.
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