Un código es la deuda contraída con la red y tatuada por los propios proxenetas en el cuerpo de una de las víctimas, captada cuando era menor de edad. Una represalia por haber intentado huir y un aviso para el resto de las chicas.

Se han sentado en el banquillo los presuntos miembros de una banda que traía engañadas a las mujeres desde Rumanía. Una vez en España las obligaban a ejercer la prostitución en calles y polígonos industriales. Según la Fiscalía, debían estar permanentemente conectadas a sus telefónos móviles para que el clan pudiera controlar sus movimientos, darles instrucciones y asegurarse de que todo el dinero iba a parar a la organización.

Celedonio González, abogado de la defensa: "Trata de seres humanos, predeterminación a prostitución, lesiones, detencion ilegal y hay incluso una menor".

Cuando alguna chica quería abandonar la organización, supuestamente era víctima de palizas y vejaciones, y después exhibida ante el resto para intimidarlas y evitar que se rebelaran. Sentían pánico y no se atrevían a denunciar. En las viviendas del clan, los agentes encontraron armas, dinero y la máquina que usaban para tatuar y dejar marcadas a las víctimas. Algunas liberadas por la policía durante los registros. Otras, llegaron a integrarse en la organización.

Ya ha empezado el juicio contra doce presuntos miembros de la red de trata de seres humanos. La fiscalía les imputa también delitos de prostitución coactiva, detención ilegal y falsedad documental, entre otros. La fiscalía también ha pedido hasta 60 años de cárcel para cada uno de los procesados.