Una hija. Ese ha sido uno de los primeras víctimas en declarar este martes en el inicio de la fase civil del juicio por el accidente del tren Alvia, ocurrido hace casi 10 años en el barrio compostelano de Angrois. El testimonio de esta hija, quien ha rememorado la tensión y el sufrimiento al enterarse del accidente, ha emocionado a la jueza María Elena Fernández Currás. "Es la primera y ya estoy llorando", ha señalado hacia el final del interrogatorio, que se ha extendido cerca de la hora.
"Al principio pensé que había sido un accidente de menor envergadura", asegura la testigo. En el coche, con sus primos, confiesa que fueron callados, sin querer escuchar las noticias. Su madre estaba ingresada en el Hospital de la Rosaleda. Los médicos le advirtieron que las lesiones de su madre eran "fuertes", pero que estuvieran "tranquilos", porque eran "unos privilegiados". Durante su testimonio, la testigo ha comentado que "nadie de las aseguradoras" se interesó por su madre y que ningún perito o médico fue a verla. Del accidente, recuperaron el bolso de su madre. "Una de las cosas que nos dijeron era que teníamos que ir a la estación de Santiago a recuperar el billete", cuenta la testigo, que ha señalado que no entendía por qué "le pedían eso".
"No entendía por qué el billete era tan importante cuando mi madre estaba como estaba", ha añadido la hija de la víctima, que ha recordado que les pedían "mucho papel y mucho paseo". "No teníamos tiempo. No podíamos dedicar nuestro tiempo a hacer eso. Teníamos que estar con mi padre o con mi madre", cuenta. Para ella "no hay dinero que pague el cambio de vida", las secuelas que le quedaron a su madre, que necesita estar acompañada siempre, debido a que tiene falta de movilidad y de psicomotricidad. "No hay dinero que pague la impotencia que se siente cuando ves a una persona sentada en la que tú crees que es la mejor opción para que viaje. No hay dinero que te dé un poco de paz", ha insistido la hija.
Su madre viajaba en el tren dirección Coruña para acudir a un funeral aquel julio de 2013. Su hija la montó en el tren junto a sus tías, con la confianza de que iba a llegar a Coruña en un medio de transporte "rápido y seguro". Dado que la madre es de edad avanzada, su testimonio ha sido conjunto y han intervenido ambas en un mismo turno, por videollamada. "Yo solo me preguntaba qué había pasado, no me podía mover, oía voces, pasé muchísimo tiempo con muchas cosas encima, para mí fue algo horrible que no se lo deseo a nadie. Pensé en mi marido, que era totalmente dependiente de mí", explica la madre, que iba acompañada de otros familiares en el tren.
Después ha sido el turno de una mujer cuya madre falleció después del descarrilamiento, que recordó como se había quedado con "la obsesión" de que se le caían cosas encima, puesto que lo que había vivido fue "muy traumático". "Yo salí proyectada (...) Mi cuerpo cayó como un peso muerto y en ese momento... Yo le llamo el silencio de la muerte. Ahí es donde se van los muertos y se quedan los vivos. Rápidamente fui consciente de que estaba viva", ha relatado la siguiente víctima.
Más adelante, esta testigo ha lamentado que el siniestro ferroviario le "robó años de vida". "Soy una persona joven que no puedo hacer mi vida como la había hecho antes", ha subrayado. En lo que han coincidido todos los intervinientes es en resaltar que si eligieron el tren ese día fue "evidentemente por la seguridad" que ofrece frente a otros medios de transporte. "Uno nunca piensa que pueda haber un accidente en un tren, salvo que haya algo en la vía... En una compañía que nos venden como puntera, en una infraestructura completamente segura...", ha reflexionado la siguiente declarante.
Eso es precisamente lo que ha remarcado cada una de las 15 víctimas heridas en el accidente. Todas ellas han vuelto a reabrir sus heridas, a recordar los momentos más difíciles del accidente y a confirmar ante la jueza las secuelas físicas y mentales que les ha ocasionado la tragedia que tuvo lugar en julio de 2013 en Angrois. El juicio tratará de determinar, además de las responsabilidades penales por los 80 muertos y los 140 heridos, la reclamación por daños y perjuicios, que asciende a unos 57,69 millones de euros.
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