Mercedes y su marido adoptaron a su hija Christina en Rusia con tres años. Tiempo después, comenzaron a notar algunos problemas, como que tenía comportamientos impredecibles y difícil de entender. Aunque esto empezó a ocurrir cuando la niña cumplió los siete años, el diagnóstico no llegó hasta que cumplió los 16: Trastorno del Espectro Alcohólico Fetal (TEAF).
Fue gracias al diagnóstico que ella pudo darse cuenta de que "esos problemas que tiene disruptivos no son culpa de que sea tonta o mala o lo haga aposta, es porque tiene un daño cerebral", explica la madre a laSexta.
Y es que el TEAF es una afección irreversible con un origen claro, el consumo de alcohol durante el embarazo. Explican los expertos que ocurre porque la placenta absorbe fácilmente el alcohol y eso produce deterioro, pérdida de células nerviosas o problemas en las conexiones entre las neuronas.
Lo cierto es que "no hay ningún consumo que esté ausente de riesgo", y una sola copa puede hacer daño. Así lo advierte el jefe del servicio de neonatología del Hospital Clínic de Barcelona, Óscar García-Algar, quien señala que este consumo indebido de alcohol durante el embarazo puede provocar trastornos de conducta, retraso mental o autismo a los bebés.
Es por eso además que en muchas ocasiones este trastorno se confunde con otros como el Trastorno por Difícil de Atención e Hiperactividad. Familias como las de Pilar o Mercedes reclaman un diagnóstico precoz para recibir un tratamiento temprano y evitar consecuencias negativas con los años. Y ante todo reclaman dignidad para sus hijos e hijas.
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