Entran directos a por él y con el escudo por delante lo empotran contra la pared. Aquí empieza la espeluznante paliza a un preso de 28 años con una enfermedad mental. Lo pisan, le sujetan las manos y uno de los cuatro funcionarios que lo rodea intenta noquearlo con repetidos puñetazos en la cara.
En este intento de derribo también le dan rodillazos en el estómago, golpes en la nuca y le disparan con una pistola taser hasta dejarlo casi inconsciente.
En ese momento entran otros cuatro agentes. Cuando ya ni se mueve, le ponen una bolsa de malla en la cabeza. Minutos más tarde, regresa con la cara completamente ensangrentada, aturdido y atado a una silla de seguridad.
Ocurrió en 2017 en una prisión de Alabama. Tres de los agentes fueron despedidos después de que una investigación interna confirmara esta y otras agresiones a reclusos.
Ahora, y después de la demanda colectiva de hasta 500 reos, un tribunal ha determinado que se indemnice a los presos maltratados. Él recibirá 250.000 dólares por la salvaje paliza que sufrió.