Oumo repasa una y otra vez las fotos de su móvil. Solo aquí, dice, puede ver la cara de su hijo: "Necesito a mi hijo, estoy cansada, ya no aguanto más". Se lanzó a la odisea desde Costa de Marfil, según su versión, para que su hijo viviera en un país sin guerra, pero el día que tenía que cruzar en patera, estaba enferma. El niño se embarcó con su hermana un mes antes y llegó a Melilla.
Desde entonces, está en un centro de acogida, y Oumo, en Jerez. Según afirma, no ha podido ni hablar con él: "El día de su cumpleaños hice todo lo que pude para hablar con él para felicitarle, pero no lo aceptaron". Oumo asegura que ha enviado todo lo que se le ha pedido: "Me dijeron que me hiciera pruebas de ADN y me las hice, pero hasta ahora no tengo noticias".
El Gobierno de Melilla responde que las pruebas enviadas no son las adecuadas y que, hasta mediados de septiembre, no les ha llegado las necesarias muestras de saliva. Las ONG denuncian que se ha incumplido el protocolo y se preguntan cómo no ha sido el propio Gobierno quien se haya encargado de esclarecer una situación que se repite demasiado.
Ángela Fernandez, abogada de la ONG Women's Link, afirma que no la situación no se está tratando de forma correcta: "Viola los derechos de Oumo y de su hijo. Además, esta situación se produce por la discriminación y racismo que existe hacia las personas migrantes". Seis meses en los que un niño de cuatro años, no ha escuchado ni una sola vez la voz de la que lucha por demostrar que es su madre.
Se queja, pero no vive ahí
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