La DANA que ha asolado el litoral mediterráneo de la Península Ibérica, cumple una semana. Siete días en los que los vecinos de las poblaciones afectadas han tenido que sobrevivir sin agua corriente, comida caliente, colegio para los niños, sin poder ir a trabajar o sin algo tan básico como poder cerrar la puerta. Siete días de una auténtica pesadilla que, hasta el momento, se ha cobrado 217 vidas.
María José, una vecina de Massanassa sigue consternada desde que hace una semana perdiese su casa: "Es que no puedo ni hablar, la cocina, no nos queda nada tampoco". Necesidades tan básicas como comer un plato con cuchara, todavía es complicado en Llocnou: "Vendré esta noche con comida caliente", les ha asegurado una voluntaria a los vecinos.
En Montroy, el agua sigue sin salir de los grifos. Los vecinos tienen que acudir con garrafas a coger agua potable a un camión cisterna: "No hay agua, tienes que coger para el aseo, para cocinar, para todo", han comentado los vecinos.
La luz es lo único que, de manera intermitente, llega a muchos municipios. Por eso, los vecinos tienen que ingeniárselas como pueden: "Pues con velas de noche, y de día, sin oír la televisión, sin oír nada", ha asegurado una vecina. Porque acciones tan corrientes como cargar un teléfono se han convertido en toda una odisea: "Tuvimos que ir a Valencia para poder cargar los móviles", ha comentado una chica.
En uno de los pueblos de la zona cero, Paiporta, la vida es completamente diferente a como era hace tan solo una semana. Manuel ha señalado que "no tengo internet, no puedo trabajar, no puedo salir, el agua se ha llevado mis dos vehículos". Aún más crítica es la situación del padre de Elena, quien lleva dos semanas sin su medicación para una enfermedad crónica: "Mi padre necesita insulina diaria tres o cuatro veces al día, y desde la semana pasada llevo buscándola".
El marido de Anabel también sobrevive sin sus pastillas para el reuma: "Solo sé que lleva desde la riada sin tomarse la medicación, sin poder dormir por las noches", ha confirmado ella.
Tampoco hay médicos, y aunque algunas poblaciones han reanudado las clases en los colegios, muchos alumnos no pueden acudir: "Yo no tengo posibilidad de ir actualmente", ha indicado un chico.
Pero también hay quienes persisten, incluso a ciegas. Es el caso de Pepe, que lleva una semana reparando sus gafas con cinta adhesiva para poder comunicarse con los suyos: "Como no veo tengo que usar estas gafas para poder leer y cuando se rompen tengo la cinta americana aquí y le pongo un poquito más. Con esto puedo leer el móvil".
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Porque algo que después de una semana pesa mucho, como dice ha comentado Jenifer, es el no poder estar con sus hijas y con su familia: "Es que las tengo un poco abandonadas, estoy todo el día aquí metida, en la casa intentando arreglarla". Un sentimiento de perdida que después de siete días es insostenible.
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