Una proa de un petrolero se hunde con un nombre: Prestige. Un fuerte temporal y la bravura del Atlántico engullen al barco, pero su tóxico cargamento se esparce como una plaga delante de las costas de Galicia.
Otro nombre surge entonces, chapapote. Las 77.000 toneladas de este fuel que contiene el petrolero provocan la mayor catástrofe medioambiental de España. El entonces vicepresidente del Gobierno, Mariano Rajoy, confirmaba la tragedia: "Se está hundiendo a 270 kilómetros de las islas Cíes; no se ha producido ningún vertido como consecuencia del hundimiento".
Pero sí que había vertido, la marea negra llegó y se extendió por 2.000 kilómetros de costa desde Portugal hasta Francia. Más de 700 playas se tiñeron de negro y desesperación. La de los marineros y gentes del mar que veían también de color negro chapapote su futuro. Por eso, decidieron coger sus aparejos de pesca, los barcos y limpiar con sus propias manos el fuel.
Este fuel era mucho más de lo que el gobierno de José María Aznar decía en ese momento. Mariano Rajoy, vicepresidente del Gobierno en 2002: "Salen unos pequeños hilitos, hay cuatro en concreto".
Pero lo que pendía de un hilo era el futuro de Galicia, por eso miles de voluntarios llegan de todas partes para ayudar. Mal equipados, con material a cuentagotas, muchos sin mascarillas, limpian mar, playas y rocas.
Surgen entonces otras dos palabras: nunca máis. Miles de personas recorren las calles de Santiago pidiendo responsabilidades políticas por este desastre medioambiental.
"Se decía que no había marea negra y había una gran marea negra; yo creo que tendrá que haber responsabilidades", afirmaba José Luis Rodríguez Zapatero, candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno en 2002. Pero no hubo tales responsabilidades. Ni la Xunta de Fraga, ni el gobierno de Aznar. 15 años después, sólo el capitán del Prestige, Mangouras, ha sido condenado a dos años de cárcel por delito medioambiental. Además, las indemnizaciones por el desastre todavía no se han pagado.
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