Los profesores catalanes están en una situación límite. Muchos de ellos se tienen que desplazar a cientos de kilómetros de su casa para poder trabajar en la plaza que se les ha asignado, obligándolos a buscar un segundo alquiler o hacer trayectos de tres horas para poder dar clase.

Por ejemplo, Elisabet recorre cada día 150 kilómetros hasta llegar a la escuela en la que trabaja: "Desde mi casa a la escuela son unas dos horas aproximadamente. Salgo de mi casa en coche hasta Vic, luego autobús hasta la Sagrera, una hora, después unas cuantas paradas de metro".

Dos horas con suerte, porque ante cualquier imprevisto que surja en alguno de los cuatro medios de transporte que utiliza a diario, el tiempo se alarga.

Peor situación vive Andrea, que ha sido mandada con las oposiciones aprobadas a Figueras, a tres horas de su casa. Una distancia que le ha obligado a pagar un segundo alquiler: "Pagas un alquiler en tu zona y pagas un alquiler allí. Es una zona que en Girona que es cara".

Y que le está suponiendo una sangría económica: "El primer mes que cobras piensas 'esto para el piso de allí, esto para el de aquí, esto para comer, esto gasolina para ir y venir'...".

Los números no salen, pero además se ha visto obligada a un cambio de vida forzoso: "Gano una plaza, pero pierdo mi calidad de vida".

Una renuncia que también ha tenido que hacer Enric. De Gandesa a Barcelona, 200 kilómetros de por medio: "Los pisos en Barcelona son muy limitados, los precios son muy elevados. Eso repercute directamente en el nivel de vida. Se come una parte importante del salario, es un sacrificio que requiere mantener esa plaza".

Y la renuncia a la plaza no es una opción, como explica Yolanda Segura, portavoz de USTEC: "Los funcionarios no pueden renunciar a las plazas porque renuncian a la condición de funcionario si lo hacen".

Por todo ello, su petición es derogar el decreto de plantillas que altera el orden lógico de la ocupación de plazas.