A falta de droga que transportar, los narcos han encontrado desde hace años un sustitutivo incluso mucho más rentable: el tráfico de personas. Así, se aprovechan de las necesidades de los migrantes en Marruecos para hacer negocio.
Desde 2018, este tipo de actividad se hace más a menudo. Los puntos de origen son varias zonas de la costa marroquí: desde ahí les trasladan en sus potentes lanchas hasta la costa española. Almería era su principal destino, pero en la costa gaditana el fenómeno está creciendo por su proximidad y una menor vigilancia. "Va a depender de la presión policial que exista y eso es lo que de alguna manera va a motivar que busquen rutas alternativas", explica el presidente de la Coordinadora Antidrogas Alternativa, Paco Mena.
Los transportan hacinados en sus narcolanchas, en las que los migrantes ocupan el lugar en el que los narcos habitualmente colocan la mercancía de droga. Su número puede variar, pero hasta 70 personas se han llegado a contabilizar en algunas embarcaciones. Para poder subirse, cada migrante paga grandes cantidades de dinero, entre 3.000 y 6.000 euros. Un precio que no es fijo, ya que los narcos lo adaptan dependiendo del número de personas que transporten en cada viaje.
Al aproximarse a la costa tienen una premisa clara: ser rápidos. Por eso, en ocasiones obligan a los migrantes a bajarse de la lancha sin pisar tierra firme. Les amenazan y se tiran por la borda, aunque algunos no saben ni nadar. Les dejan ahí para evitar encallar su embarcación en la arena y poder volver a mar abierto cuanto antes. "Si en vez de traer migrantes trajeran hachís seguro que llegaban a tierra, porque hay que descargarlo y no se puede perder tirándolo al mar", denuncia Mena.
Un dinero rápido y fácil con medios materiales de los que ya disponen. Una vez finalizan su traslado, los narcos vuelven a su escondite en mar abierto. Fuera de aguas españolas están a salvo de las autoridades.