Claverine es una joven osa eslovena que Francia liberó en su lado de los Pirineos el pasado mes de octubre. Sin embargo, en apenas unos meses, el animal ha abierto una crisis diplomática con España, ya que, desde que despertó de su hibernación, cruza la frontera a su antojo y ha hecho de los rebaños navarros presa fácil, devorando a varias ovejas.
Por eso, una delegación francesa se ha reunido con representantes españoles en Madrid para tratar de poner solución al problema. La primera decisión ha sido que ambos países trabajen juntos, aunque sin descartar medidas como llegar, incluso, a echar a la osa. "Intervenir aplicando las medidas disuasorias correspondientes", resume Eva Garcia, directora general de Medio Ambiente y Organización del Territorio de Navarra.
Por su parte, los ganaderos navarros piden actuar con urgencia, y denuncian que Claverine les ha puesto patas arriba su ya de por sí dificil rutina. "Tres ataques en cuatro días", enumera Conrado Marco, uno de los ganaderos afectados, "claramente va buscando ovejas".
El problema ha llegado al punto de provocar "abortos" y "estrés" en los animales, según explica Gonzalo Palacios, representante del sindicato de ganaderos. Por eso, exigen saber dónde está la osa en todo momento, ya que, aunque Francia la tiene geolocalizada, los datos de su paradero llegan a España deasiado tarde.
Así, explica el guarda forestal Iosu Antón, a veces la ubicación que llega "a media mañana o al mediodía" corresponde en realidad al "principio de la noche anterior."
Sin embargo, a pesar de las dificultades, los ecologistas insisten en que su reintroducción en el medio natural es el único modo de recuperar la especie, y en que existen herramientas para la convivencia. En este sentido, el coordinador de Ecologistas en Acción, Theo Oberhuber, sugiere otras opciones que no pasen por echar a la osa, como "la instalación de ciertos vallados, agrupar ovejas de diferentes ganaderos para tener los rebaños más protegidos o la presencia de perros mastines".
Pero los ganaderos no quieren ni cercados ni mastines, sino tan solo una montaña plácida en que la que el oso habite únicamente en los cuentos.