El tráfico de personas -- especialmente niños -- en Afganistán ha aumentado durante el último año a pesar de la introducción del nuevo paquete de leyes por el Gobierno de Kabul, que según los expertos no ha terminado de calar en la población, especialmente entre los comandantes militares. Las leyes iban destinadas a acabar de una vez por todas con la existencia de los 'bacha bazi' ("los niños bailarines"), una forma de pedofilia por la que hombres poderosos o comandantes militares esclavizan a los niños, a quienes obligan a bailar o mantener relaciones sexuales.
Los 'bacha bazi' están enquistado en los sectores más pudientes de la sociedad afgana al tratarse de un símbolo de estatus social, pero fue explícitamente prohibido por primera vez en la ley actualizada contra la trata y el contrabando, promulgada en enero de 2017. Más allá de los esfuerzos en su aplicación, la declaración de la ley fue importante en sí misma al hablar abiertamente de tabúes culturales que históricamente han desalentado desalientan la discusión de esta práctica, según el autor Wali Mohammad Kandiwal, especializado en el impacto de la nueva ley.
Una de las razones por las que el Gobierno afgano decidió responder a esta práctica fue que las milicias antigubernamentales comenzaron a usar cada vez más niños como armas, según Meena Poudel, que encabeza el proyecto de lucha contra la trata en la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). "Los jóvenes secuestrados por los milicianos solían sufrir abusos sexuales antes de que los emplearan como terroristas suicidas", ha explicado Poudel, antes de recordar que el Gobierno afgano ha reconocido que sus fuerzas de seguridad también son responsables de esta práctica.
El Ministerio de Justicia no ha hecho comentarios. Por ahora no hay estimaciones oficiales del número de casos de trata en Afganistán, pero la OIM está trabajando con el Gobierno para crear su primera base de datos, así como para capacitar a los miembros de su comisión contra la trata. Los expertos, sin embargo, advierten de que los casos de trata de personas, que incluyen el trabajo y el matrimonio forzados, la esclavitud doméstica y el comercio sexual van en aumento.
"La investigación ha revelado que el número está aumentando y que la situación es cada vez más compleja", ha explicado Poudel a la Fundación Thomson Reuters desde Kabul. Poudel pone como ejemplo la "mafia de médicos" que opera en toda la región y que extrae los órganos de las víctimas de la trata de personas, dijo. Además, los traficantes están especialmente interesados en el creciente número de afganos que han sido deportados o han decidido regresar desde las vecinas Irán y Pakistán, así como a aquellos desarraigados por el conflicto dentro del país, dijo Poudel.
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Aunque la ley contra la trata de personas se ha fortalecido, no se han recibido los recursos necesarios para que se cumpla, ha añadido Kandiwal, cuyo estudio fue publicado por la Unidad de Investigación y Evaluación de Afganistán, un grupo de expertos con sede en Kabul. "La percepción es que el tráfico humano no es una prioridad para el Gobierno afgano", ha declarado tras estudiar numerosas entrevistas con personas que trabajan en el sector. De hecho, no hay siquiera un tribunal dedicado a escuchar casos de trata de personas, y apenas existen información sobre dónde acudir para denunciarla, ha dicho Kandiwal. "Mientras no haya una institución para implementarlo, no creo que se marque diferencia alguna", ha lamentado el experto.