Después de años de padecer un extraño síndrome que hacía que los trabajadores de la sidrería El Lavaderu, en Gijón, empeoraran su estado de salud hasta ser ingresados en el hospital y estar al borde de la muerte, uno de los camareros descubrió lo que ocurría. "Después de cuidarme, de no comer, de no beber, de de buscar siempre lo que me pasaba, un día, mirando así la ventana,
había mucha luz y el reflejo del cristal, que se veía como un espejo, vi a un compañero que manipula algo", cuenta Gustavo Vera.
"Veo que abre un frasquito y me echa algo en el café", explica Vera, que recuerda que lo primero que pensó fue en el motivo para que uno de sus compañeros hiciera algo así: "Luego di la vuelta y derramé el café, obviamente". "Todo lo que pasaba tendría algo que ver con eso", destaca el camarero. Y, efectivamente, su descubrimiento es crucial, porque revela que en la sidrería hay un envenenador, pero no era tan sencillo de demostrar ya que al no tener pruebas no puede hacer acusaciones que podrían volverse en su contra.
"Empecé a seguirle, a buscarle dentro del local, mirar qué hacía, dónde iba. Yo necesitaba pruebas", recuerda Gustavo Vera, que explica que, incluso, llegó a ponerle el teléfono escondido para grabarle manipulando la bebida o la comida de alguien, pero consiguió su objetivo. Los esfuerzos del Gustavo por conseguir una prueba no dan sus frutos, así que adopta medidas, porque él no es el único bajo amenaza. "Sabía que mis compañeros estaban en peligro y era muy duro para mí", explica Vera, que afirma que no podía decirles nada aun a nadie "porque no quería armar el tumulto todavía sin tener las pruebas".
"Lo que yo hacía era seguirle y ver que si compañero tenía su bebida o su bocadillo en peligro, derramaba su cerveza o la escondía para que no bebiera", explica Gustavo Vera, cuya vigilancia se prolonga durante semanas, hasta el punto de que en dos ocasiones más el camarero observa cómo el presunto envenenador manipula la bebida de dos compañeros. Precisamente dos de los más afectados.
"Forcé su taquilla y había líquidos ahí, compré botes así para muestras, volví otra vez y cogí muestras de lo que tenía ahí", explica el camarero sobre cómo descubrió qué era el líquido que su compañeros les echaba. Gustavo acude con el dueño del local a la Comisaría de Gijón, donde cuenta lo sucedido y entregan la prueba.