Mari Àngels Feliu pasó 492 días recluida en un zulo bajo tierra, sin luz ni agua corriente, y haciendo sus necesidades en un cubo. Ni siquiera podía ponerse de pie. Pocas horas después de la liberación, Narcís Bardalet, el forense más prestigioso de la provincia le hace un primer examen. En él, tal y como señala el forense, "se aprecian de forma objetiva signos de maltrato crónicos, que está desnutrida, tiene atrofia importante bilateral de cuádriceps y gemelos y una ligera hiperflexión lumbar con dificultad de la deambulación".
En este sentido, Bardalet indica que la mujer también tenía "una pequeña curvación hacia delante, como si tuviese una cifosis por no poderse poner de pie durante 492 días". "No podía andar erguida porque la cabeza tocaba en el techo", afirma, tras lo que subraya que "las condiciones en las que Mari Àngels Feliu fue privada de libertad eran infrahumanas". "Era como esas celdas donde encerraban a los judíos, que era la antesala de la muerte", expresa.
El zulo donde la farmacéutica pasa 492 días secuestrada estaba en el garaje de un chalet adosado en un pueblo a 40 kilómetros de su casa. Mide 1,70 metros de altura, 1,60 de profundidad, y metro y medio de ancho. El propietario de la casa es, para los investigadores, el otro cerebro del secuestro.
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