Hace 80 años, un 27 de junio, se inauguraba la cárcel de Carabanchel, una de las prisiones más emblemáticas del régimen franquista en España. Esta inmensa instalación, que abarcaba 200.000 metros cuadrados, fue diseñada para albergar detenciones masivas en una época de intensa represión política. Paradójicamente, su construcción fue realizada por los mismos presos políticos que posteriormente la ocuparían.
Desde su apertura, Carabanchel se convirtió en un símbolo de la lucha y el sufrimiento de aquellos que se opusieron al franquismo. Por sus celdas pasaron figuras como Marcelino Camacho, Ramón Tamames, Miguel Boyer, Fernando Sánchez Dragó, Nicolás Redondo y Nicolás Sartorius, entre otros. El mismo día de su inauguración, la prisión ya albergaba detenidos, y unas horas antes, tres presos habían sido fusilados por sus ideales políticos.
En su esencia, Carabanchel fue una cárcel concebida para neutralizar a la oposición. En Madrid, la Dirección General de Seguridad y el Tribunal de Orden Público concentraban el aparato de control político del Estado, y Carabanchel se erigió como el destino final para aquellos que buscaban cambiar el régimen. La devastación de la guerra civil había dejado a Madrid sin una cárcel operativa, utilizando fábricas y conventos para encerrar a miles de presos, lo que hacía urgente la necesidad de una instalación como Carabanchel.
Con la llegada de la democracia en España, la prisión experimentó una transformación. Los presos políticos desaparecieron y surgieron motines liderados por presos comunes, muchos de los cuales habían caído en la delincuencia debido a la falta de oportunidades y servicios en sus comunidades. Durante los años 80, un nuevo perfil de preso inundó Carabanchel: los delincuentes comunes atrapados en la epidemia de heroína, quienes convivieron con narcotraficantes colombianos y contrabandistas de tabaco gallegos. Esta mezcla facilitó la entrada de cocaína a España, estableciendo a Galicia como un centro neurálgico del tráfico de drogas.
Finalmente, en 1998, bajo el gobierno de José María Aznar, la cárcel de Carabanchel cerró sus puertas. Diez años después, fue demolida, dejando atrás un capítulo oscuro pero esencial en la historia de España.
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