La historia de España tiene fechas significativas: 12 de octubre de 1492, el descubrimiento de América; 6 de diciembre de 1978, la ratificación de la Constitución. Pero hay otra historia de España, una historia popular, sentimental, que también tiene sus fechas y el 7 de septiembre de 2003 es una de ellas: es el estreno de la serie 'Aquí no hay quien viva'. Hoy hace 20 años, se estrenó el primer capítulo de esta mítica serie y daba inicio a todo un fenómeno sociológico que llega hasta nuestros días. Dos décadas de la primera vez que los espectadores pudimos adentrarnos en los rellanos y viviendas de la calle ficticia Desengaño 21, situada en el centro de Madrid.
La serie caló en su momento y aún hoy sigue vigente. Tanto, que se acaba de publicar un libro sobre ella: 'Aquí no hay quien viva', de Javier P. Martín. Y todo, en parte por el lugar donde estaba ambientada: en algo tan español como una plaza de toros y en ocasiones, como se vio en los sucesivos capítulos, con más riesgo.
Uno de los éxitos de la serie original de Antena 3 fueron: sus personajes. Arquetipos, estereotipos, clichés, caricaturas con las que construir una historia, pero renovados, traídos a la España de 2003, reflejo, algo exagerado aunque fiel, de españoles a los que todo espectador podía identificar.
Influye en su pervivencia actual la contemporaneidad de sus tramas. No dejan de ser las mismas de siempre, de los temas eternos, de las preocupaciones constantes… pero reflejadas de una manera que las hacen vigentes para espectadores que ven la serie por primera vez o que no cansan a los que ya la han visto en otra ocasión. Hay una conexión también con el espectador porque los problemas en los que basa algunos de sus capítulos no se han solucionado, siguen dándose en la actualidad.
El tono de la serie establece una línea de continuidad con la tradición humorística española del humor negro, de una tragicomedia amarga, de personajes que no dejan de ser perdedores tratando de dejar de serlo sin tener fortuna en ese empeño o sin tener tanta como para poder convertirse en lo que sueñan.
Con sus fallos, con sus imperfecciones, la serie es un brillante ejemplo de comedia. La prueba es que ha dejado en los españoles una serie de frases, de latiguillos, de expresiones: "las caras, Juan, las caras", "váyase, señor Cuesta", "movida, movida", "qué mona va esta chica siempre", "un poquito de por favor". Esto, que las frases de un programa de televisión se cuelen en las conversaciones habituales de sus espectadores, es uno de los objetivos de toda producción, a lo que aspira, porque refleja su penetración social, ergo su éxito, el de sus guionistas y actores, entre otros.
Más Noticias
- Turquía se pone seria y pide ayuda a Europa para registrar el ya mítico dóner kebab como una ETG
- Edmundo González, el "moderado aburrido" que podría acabar con 25 años de chavismo en Venezuela
- Por qué la detención de los líderes del Cartel de Sinaloa favorece a Kamala Harris... pero también a Trump
- Así es Mar-a-Lago, la lujosa residencia de Trump convertida en epicentro de encuentros claves para el mundo
- Pedro Sánchez, el tercer presidente del Gobierno en visitar Ajuria Enea: ¿quiénes fueron los otros dos?
Pero como todo en la vida, esta serie también tuvo un final. Se despidió tras cinco temporadas en antena. Lo hizo con la marcha de sus vecinos del decimonónico edificio de Desengaño 21 y dejando 'huérfanos' a todos sus fans. Y lo hacía convertida en una de las series españolas más exitosas de la historia de nuestro país. Fue una serie que marcó a toda una generación y que hoy, 20 años después, más de uno sigue identificándose con alguno de sus personajes y sus tramas.
Métodos más radicales
Se acabaron las pancartas y protestas: los ecologistas van mucho más lejos para advertir sobre el cambio climático
Los activistas ambientales ahora se pegan al suelo con pegamento, marcando un cambio significativo respecto a las tradicionales protestas. Estas tácticas buscan repercusión mediática y generan un intenso debate sobre sus consecuencias.