El año pasado, los trenes fueron el objetivo de 362 robos de cobre o intentos, pero ¿lo de este domingo en los Rodalies de Cataluña qué ha sido, un robo común o un acto de sabotaje? Esta pregunta se suma a una preocupante tendencia que se extiende por campos de regadío, explotaciones ganaderas, campos de fútbol alejados y urbanizaciones deshabitadas, donde el cobre es un blanco fácil para los delincuentes.
El precio del cobre, según 'London Metal Exchange', ha alcanzado cerca de 10.000 euros por tonelada, lo que lo convierte en un objetivo lucrativo para aquellos que buscan obtener ganancias rápidas. Sin embargo, el costo va más allá del valor monetario del metal. Los robos de cobre no solo causan daños materiales a las instalaciones afectadas, sino que también generan graves problemas de seguridad y operatividad.
¿Dónde termina el cobre robado? Aunque su venta en España puede resultar complicada debido al control de los gestores de reciclaje, muchos de estos metales terminan en puertos fuera del país o incluso se exportan a China, en operaciones que a menudo están vinculadas a mafias o grupos criminales organizados.
El cobre, al igual que otros metales como el aluminio y el acero, es infinitamente reciclable sin perder sus propiedades, lo que lo convierte en un recurso valioso tanto para la industria como para el medio ambiente. Según la 'Federación Española de la Recuperación y el Reciclaje', cerca del 80% del cobre consumido en España proviene de fuentes recicladas, lo que destaca la importancia de combatir el robo de este metal.
Más de 16.000 hectáreas
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