Un sueño petrolero
Burgos, la Arabia Saudí que nunca fue: el sueño de la fiebre petrolera que se convirtió en desilusión
Las consecuencias Hace 60 años, el descubrimiento de petróleo en Burgos prometió una nueva era de prosperidad en España, pero la realidad terminó en un desastre económico y ecológico que aún perdura en la memoria.

Hoy, en pleno centro de las tensiones geopolíticas mundiales, con el petróleo venezolano, convirtiéndose en una pieza clave en las estrategias de Trump y otros líderes mundiales, resurge una historia que quedó grabada en la memoria de un rincón de España. Hace 60 años, Burgos, experimentó una fiebre petrolera que prometía transformarla en la Arabia Saudí de Europa. Sin embargo, lo que comenzó como una esperanza desbordante de prosperidad acabó siendo una amarga desilusión.
La historia de Burgos y su petróleo es una de esas narrativas que encierra la promesa de riqueza inabarcable, las tensiones entre el progreso y la naturaleza, y las dudas de aquellos que ya sabían que todo lo que brilla no siempre es oro. En 1959, un anuncio resonó en toda España: en la provincia de Burgos, el petróleo había brotado de la tierra.
Después de décadas de búsqueda infructuosa, el descubrimiento se celebró como un milagro económico. Los pozos comenzaron a extraer crudo, y las predicciones no podían ser más optimistas. Se decía que en apenas unos metros de profundidad, el petróleo emergía con una abundancia que hacía pensar en un futuro lleno de riqueza. La prensa, sedienta de buenas noticias, se lanzó a contar una historia de prosperidad infinita.
El franquismo, ávido de construir un relato de autosuficiencia y modernidad, se volcó en la euforia. El NODO, órgano oficial de propaganda, transmitió con entusiasmo la noticia a todo el país, presentando a Burgos como el epicentro de un futuro próspero, donde el crudo se extraería en cantidades industriales.
Aquellos que vivían de la agricultura pasaron de cultivar patatas a ver cómo su tierra era perforada por maquinaria extranjera. En cuestión de meses, los aldeanos se convirtieron en testigos de un proceso acelerado de modernización que les llegaba de manera casi violenta, mientras las primeras olas de periodistas se inundaban de promesas de prosperidad.
Los periódicos de la época acompañaban las noticias con titulares rimbombantes. El diario 'ABC' felicitaba al alcalde local por haber apostado 40 duros a que allí habría petróleo, un acierto que le granjeó popularidad. La prensa especializada, como 'Oro Negro', titubeaba entre la esperanza y la incertidumbre, pero en todos los casos se exaltaba el potencial de la región, que podría convertirse en el 'Oklahoma español'.
En la mente de los habitantes de Burgos, la promesa de riqueza parecía inminente. La localidad se llenó de trabajadores, ingenieros, camiones y maquinaria, un bullicio sin parangón que alteraba la calma rural.
Pero en medio de esta avalancha de entusiasmo, surgió una voz disonante: la de Miguel Delibes. El escritor, que tenía un profundo conocimiento de la región, se sintió incómodo ante la transformación de su querido Burgos. En su primer artículo para 'La Vanguardia' sobre el tema, Delibes pintaba un cuadro desolador: "el paisaje bucólico y sereno de la región se estaba viendo destrozado por el progreso desenfrenado".
Describió con precisión cómo las comunidades pesqueras, la tranquilidad del campo, la vida tranquila de los aldeanos, se transformaban en un ajetreo constante de camiones, obreros extranjeros, y una construcción desmedida que él consideraba insostenible. Para Delibes, este "progreso" era solo una forma de destruir la naturaleza. El escritor se convirtió en uno de los pocos que tuvo la valentía de señalar los efectos negativos de la explotación intensiva.
A pesar de la fiebre de optimismo, pronto se hizo evidente que la realidad no cumplía las promesas. La producción de petróleo alcanzó su máximo en 8.000 barriles diarios, pero rápidamente surgieron problemas técnicos y geológicos que impidieron el desarrollo óptimo de la extracción.
La calidad del petróleo no era la que se había anticipado, y las dificultades para extraerlo de manera rentable se fueron acumulando. La expectativa de que Burgos se convirtiera en un referente mundial del petróleo se desvaneció a medida que los resultados no se correspondían con las expectativas.
El sueño de convertir Burgos en un 'Texas español' terminó en una amarga desilusión. Los años pasaron, y a medida que los pozos se fueron agotando, la actividad disminuyó hasta que en 2017 la última perforación dejó de estar operativa. Lo que había comenzado como una promesa de riqueza y desarrollo terminó siendo un costoso y frustrante intento de explotación.
Sin embargo, aunque la actividad petrolera haya desaparecido, la memoria del "milagro" sigue viva en la región. El Museo del Petróleo de Burgos, dedicado a recordar la historia del descubrimiento y la geología local, es hoy un testimonio de aquella época. Junto a él, el bar 'Oro Negro' sigue siendo un lugar de referencia donde los lugareños y visitantes recuerdan aquel momento en que su vida cambió para siempre.
El yacimiento de petróleo de Burgos, aunque nunca alcanzó la dimensión de los grandes yacimientos internacionales, sigue siendo el único en tierra firme de toda la Península Ibérica, un curioso recordatorio de lo que pudo haber sido.