En la Convención Republicana, J.D. Vance dio un discurso crucial como candidato a vicepresidente, marcado por un detalle inesperado que casi le costó la nominación: su barba. Aunque las comparaciones entre Hitler y Trump o acusaciones contra Biden han sido temas destacados, para Trump, la cuestión de las barbas ha sido significativa.

El expresidente Trump, conocido por su postura "antibarbas", inicialmente mostró preocupación de que la barba de Vance pudiera ser un obstáculo para su elección, según la prensa estadounidense. Sin embargo, finalmente dio su visto bueno, comparando la barba de Vance con la de un joven Abraham Lincoln en una entrevista.

Durante la convención, otro rostro barbado se hizo presente: el hijo de Trump, quien desafiantemente publicó en Instagram sobre su barba, sugiriendo una decisión sobre si mantenerla o no. Este gesto ha sido interpretado como un acto de rebeldía.

Las barbas, tanto de vacaciones como postelectorales, han tenido un papel simbólico en la política estadounidense. Desde Al Gore hasta Ted Cruz y Paul Ryan, varios políticos han adoptado barbas en momentos cruciales de sus carreras, a menudo asociadas con derrotas electorales.

Este fenómeno podría explicar por qué ningún candidato de los principales partidos ha optado por la barba en casi un siglo. El último vicepresidente con bigote fue Charles Curtis en 1929, y el último presidente fue William Howard Taft en 1909, desde entonces, caras despejadas en la Casa Blanca.

Además, estudios académicos han explorado cómo las barbas afectan los estereotipos de género. Investigaciones de la Universidad de Oklahoma sugieren que los hombres con barba son percibidos como menos feministas, un factor relevante en el ecosistema político actual donde la masculinidad y la dureza son valoradas.

Si Donald Trump gana las elecciones de Estados Unidos, J.D. Vance podría convertirse en el primer vicepresidente con barba en casi un siglo, marcando un cambio significativo en la imagen facial de los líderes políticos más prominentes del país.