El protocolo de acción ante un caso de racismo en un campo de fútbol es el mismo en toda Europa. Pero luego cada liga puede quedarse ahí o ir a más. Nuestros vecinos van mucho más allá que nosotros. La liga más dura con los racistas es, de largo, la inglesa. Kiko Casilla, exportero español del Leeds hace tres años fue castigado por insultos xenófobos contra un rival con ocho partidos de sanción, 70.000 euros de multa y una sesión educativa sobre racismo.

La Premier no pasa ni media con el racismo. Edinson Cavani, futbolista uruguayo que jugaba en el Manchester United en 2020, le sancionaron por responder en redes a la felicitación de un amigo con un "gracias negrito". La Federación inglesa le sancionó con tres partidos de suspensión y una multa de 100.000 libras.

A Bernardo Silva se le ocurrió hacer una broma a su compañero de equipo Benjamin Mendy: le comparaba con un conguito y se preguntaba "¿Quién es quién?". Le cayó un partido de sanción y 50.000 euros de multa. En Inglaterra persiguen incluso lo que dicen los aficionados fuera del campo. Lo que escriben en las redes.

Aquí, en España pasó algo similar el pasado mes de abril. Nico Williams recibió decenas de mensajes racistas después de la eliminación del Athletic de la Copa del Rey. ¿Y qué pasó? Que la impunidad de los agresores fue tal, que, al final, el futbolista decidió cerrar sus perfiles en redes para frenar el acoso.

En la Liga italiana las sanciones son más colectivas. El último castigo fue contra 171 ultras de la Juventus por cánticos racistas contra Lukaku, del Inter. Han sido vetados de cualquier evento deportivo y multados económicamente. Ninguno de los casi 200 ultras pueden volver a pisar un campo de fútbol como mínimo en los próximos tres años. La Roma fue multada con 80.000 euros por los gritos de sus aficionados al entrenador visitante: le llamaron "gitano". Y en enero la Lazio jugó con una parte de su grada cerrada por los gritos xenófobos de sus ultras contra futbolistas negros.

Volvemos a mirar a España porque aquí vivimos una situación similar en 2016. Se iba a producir el primer cierre de un sector del estadio en nuestro país por un caso calcado. Iñaki Williams sufrió cánticos racistas en el campo del Sporting de Gijón. Un sector de la grada imitó el sonido del mono. El árbitro lo comunicó y el Comité de Competición decidió que esa parte del estadio sería clausurada para el próximo partido. ¿Se cumplió esa sanción? No. El Tribunal Administrativo del Deporte levantó esa sanción.

Alemania es otro de los países que trata de dar ejemplo en la lucha contra el racismo. En la temporada 2021/2022 se llegaron a suspender más de 900 partidos por racismo o discriminación en todas las categorías. Y en Francia, además de sancionar a los autores de insultos racistas y a los clubes con multas económicas, dieron un paso más: quitar puntos. Al Toulouse le quitaron un punto porque sus aficionados tuvieron comportamientos xenófobos con el portero del equipo rival.