En un movimiento que reconfigura las alianzas globales, Rusia, bajo la dirección de Vladimir Putin, no solo domina su territorio sino que extiende su influencia más allá. Con apoyos clave como Irán y Corea del Norte de los que recibe suministros militares, también intercambia gran variedad de productos con China, almacena arsenales en Bielorrusia y elude sanciones mediante la colaboración con países caucásicos y centroasiáticos.
Este año, la lista de apoyos se amplía y marca un punto de inflexión en la geopolítica. En esta línea se ha pronunciado la ministra de defensa, Margarita Robles, la cual ha alertado sobre el "enorme peligro" que representa Rusia en el panorama global, mientras que ha señalado a Ucrania, Gaza, y de forma crucial, el Sahel, como focos críticos
De esta manera, el Sahel se convierte en un escenario de creciente preocupación debido a dos desafíos principales: el auge del yihadismo, con organizaciones como Al Qaeda y el Estado Islámico como responsables de una de cada tres muertes en la región, y el ascenso de juntas militares que han llevado a cabo numerosos golpes de estado en los últimos años.
Países como Mali, Burkina Faso y Níger que con anterioridad estaban bajo la influencia de EEUU y la Unión Europea -en unos esfuerzos conjuntos para combatir el terrorismo- ven fracturadas estas alianzas con Occcidente. Las recientes declaraciones de Níger exigiendo la salida de las fuerzas estadounidenses ejemplifican, de esta manera, la erosión de la influencia occidental en un área crucial para la seguridad global.
De esta forma, la retirada de Occidente abre la puerta a Rusia, quien rápidamente se ha posicionado como el aliado preferente de las naciones del Sahel. A través de acuerdos con países como Irán, Turquía y China, Rusia no solo suministra lo necesario a estas naciones, sino que también ofrece protección a dictaduras, asegurando el acceso a recursos vitales como minerales, oro, litio y uranio. Este cambio de guardia, de Wagner a Africa Corps, señala un realineamiento estratégico que fortalece la presencia rusa en la región.
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El acercamiento entre Putin y las naciones del Sahel representa una amenaza latente para Occidente, ya que la alianza de Rusia con estos países, ubicados en el flanco sur de la OTAN, no solo favorece sus intereses geopolíticos y económicos sino que también eleva el riesgo de desestabilización regional. Al considerar a Europa como un enemigo común tanto para los yihadistas como para Putin, la situación en el Sahel emerge como un punto crítico en el tablero geopolítico mundial.
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