Más de la mitad de los civiles que viven en el norte de la Franja de Gaza han abandonado sus hogares por temor a una invasión israelí. Pero, ¿por qué Israel quiere enviarles al sur? El Gobierno de Benjamín Netanyahu busca destruir a la organización terrorista Hamás, pero quiere hacerlo evitando una masacre para no perder el apoyo de los países occidentales. Por eso, ha instado a la población civil de Gaza a que libere la zona norte.
Pero detrás de esa petición se esconden otros intereses. Primero, que en la zona sur se encuentra el paso fronterizo de Rafah, el único que une Gaza con Egipto. De esta manera, la población gazatí se ve obligada a marcharse hacia el sur y deja el paso libre al ejército israelí para ocupar la zona. La segunda clave es que la capital de la Franja está en el norte. Se trata de la Ciudad de Gaza, un lugar con una de las mayores densidades de población del mundo. Allí viven 15.000 personas en cada kilómetro cuadrado.
El tercer motivo es que Israel insiste en invadir la zona norte de Gaza porque, según ellos, es allí donde se esconden las milicias terroristas. Que sobreviven a los ataques israelíes escondidas en túneles de cientos de kilómetros. Y la última clave es que, según señalan los expertos, Israel pretende controlar todo el territorio que hay hacia el norte del río Gaza, lo que le daría mayor seguridad al país al tener una frontera natural con la Franja.
Sin embargo, el paso de Rafah continúa cerrado y los palestinos se encuentran atrapados. No pueden quedarse en sus hogares, pero tampoco pueden huir ni a Egipto ni a Israel. Ahora mismo, el sur de Gaza es un "autentico abismo". Tal y como lo ha descrito la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Sobre todo, porque la gente que está encerrada allí no está a salvo. La ayuda humanitaria no puede entrar y en el sur se agotan los elementos para sobrevivir.
La ONU ya ha informado de que ha empezado a racionar el agua para los refugiados. Cada persona dispone de un litro de agua al día, pero han alertado de que en un par de días el agua se terminará por completo. De hecho, muchas personas en el sur de la Franja están bebiendo agua salada, que no es potable. Incluso de pozos con agua de riego. Ya se han visto casos de deshidratación y las organizaciones humanitarias alertan de que los supervivientes empezarán a sufrir enfermedades gastrointestinales.
No hay agua, pero tampoco comida. Por eso, Naciones Unidas ha empezado a calcular las calorías mínimas que necesita una persona para sobrevivir y así repartir la comida exacta para los refugiados en el sur de Gaza. Una situación que sufrirán sobre todo, los bebés, los ancianos y los enfermos.
Tampoco dan a basto los hospitales de la región, que cuentan con cerca de 1.000 camas. Son centros donde han llegado a entrar 60 heridos en una sola hora, lo que supone un herido cada minuto. Pero no son solo las camas, los medicamentos también escasean, lo que podría llevar, según la ONU, a una crisis de sanidad pública dentro de la Franja.
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