Se cumplen 50 años de la muerte de Salvador Allende. El 11 de septiembre de 1973 Chile vivió uno de los episodios más oscuros de su historia. Un grupo de militares decidió dar un golpe de Estado, encabezado por el general Augusto Pinochet, contra el gobierno, que terminó con el suicidio del Presidente. Allende fue encontrado muerto en el segundo piso del Palacio de La Moneda, horas después de pronunciar su último discurso. Con él se fueron muchos sueños. Un evento que provocó la muerte de miles de personas y que sumergió al país en una cruenta dictadura hasta 1990. Aún hoy, hay 1.162 desaparecidos.
Chile no volvió a ser el mismo desde la muerte de Salvador Allende. Como tampoco lo fue su música. Durante el golpe de Estado de Pinochet, la música chilena atravesaba uno de sus mejores momentos. Unos años antes, había surgido en país austral el movimiento de la Nueva Canción Chilena. Un movimiento que reivindicaba el folklore tradicional de los pueblos americanos. Sus componentes eran artistas que se identificaban con los movimientos de izquierdas. Y sus letras contenían mensajes de reivindicación y denuncia social. Por ello, durante la dictadura chilena, el régimen de Pinochet les persiguió por sus ideas, etapa conocida como el "apagón cultural". Ejemplo de ello fue el asesinato del cantautor Víctor Jara. Sin embargo, la música también sirvió para que en 1981, ocho años después del golpe militar, Pinochet organizase un gran festival para blanquear su imagen y la de su régimen.
Lo hizo en el Festival de Viña del Mar de 1981. Aunque el dictador llevaba años usando el festival como elemento de distracción y pantalla de buena imagen del país hacia el exterior. Ese año contrató a los mejores. Y el mejor en aquel momento era: Camilo Sesto, que fue el primero en actuar y en llevarse la gaviota de Plata. Pero no fue el único. Pinochet invirtió mucho dinero en aquella edición. Se aprovechó de un cambio ventajoso del dólar y el peso chileno para permitirse a estrellas internacionales como José Luís Rodríguez, más conocido como el Puma, o Miguel Bosé, que apareció en el Viña del Mar con una estética moderna.
En la edición de aquel año, también se encontraba Julio Iglesias. Que no solo fue invitado a cantar. Le dieron un programa en la televisión nacional para que hiciese entrevistas y actuaciones durante el festival. Pero no lo hizo gratis. El cantante español cobró por aquello 25.000 dólares, seis veces más de lo cobraron los artistas nacionales.
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El dictador Pinochet consiguió su cometido. Se habló del Viña del Mar en todo el mundo. Rompió las barreras de Chile. En esa edición como en las anteriores había muchos artistas chilenos censurados, pero el presupuesto era tan grande que llegaba como para sustituirlos por artistas norteamericanos como: K.C. and the Sunshine Band y Ray Conniff. El festival, considerado como el mejor de la historia del Viña del Mar, duró seis días y copó toda la información chilena hasta el cierre. Sin embargo, solo un año después Chile se encontraba sumido en una gravísima crisis económica, que ni los mejores shows consiguieron distraer a los chilenos.
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