Europa, cada vez más conservadora y radical en cuanto a sus fronteras, experimenta una transformación sin precedentes sobre la migración en tan solo ocho años. Ha pasado de la política de acoger refugiados en 2015 a la de "fronteras cerradas" impulsada, incluso. por países hasta ahora aperturistas. Desde el Reino Unido, con el controvertido plan de su primer ministro, el conservador, Rishi Sunak, de usar prisiones flotantes y brazaletes con GPS para migrantes irregulares, hasta la propuesta de Giorgia Meloni de enviar migrantes a Albania y mantenerlos detenidos por hasta dos años en Italia.
Una propuesta parecida a la que ha aprobado la Cámara de los Comunes en el Reino Unido, que permite las deportaciones masivas a Ruanda. No obstante, Sunak mantiene un pulso con el Tribunal Supremo porque ya paralizó varios de esos vuelos al país africano.
Alemania, liderada por el socialdemócrata Olaf Scholz, no se queda atrás, estrenando una nueva ley migratoria que facilita devoluciones y permite detenciones preventivas de hasta un mes. Más de 50.000 personas podrían ser afectadas por esta medida, marcando un punto de inflexión en las políticas alemanas. Ideas que comparte Giorgia Meloni que apuesta por enviar a migrantes a Albania y mantenerlos detenidos.
En Francia, la colaboración entre el presidente Emmanuel Macron y la ultraderecha de Marine Le Pen ha dado lugar a una ley de inmigración con 100 medidas que dificultan a los migrantes legales acceder a ayudas sociales y reagruparse con sus familias. "Los franceses primero", una consigna que refleja la línea editorial conservadora del Gobierno.
El panorama se extiende a Grecia, con un nuevo modelo de campos de refugiados alejados y vigilados, donde la espera se prolonga durante años. Hungría, liderada por el primer ministro, Viktor Orbán, instala vallas concertinas en sus fronteras, mientras Dinamarca y Suecia adoptan medidas que incluyen devoluciones y denuncias obligatorias de médicos y profesores.
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