Nueva orden federal
"Hacer los edificios bonitos de nuevo": Trump impone el neoclasicismo en la arquitectura estadounidense
Los detalles El nuevo presidente ha promulgado una orden federal para que los edificios federales sigan un estilo neoclásico similar al de la Casa Blanca o el Capitolio.
La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca supone un cambio radical en muchos aspectos. La política migratoria, las relaciones internacionales o los aranceles son la prueba más evidente, aunque el nuevo presidente quiere que su presidencia también tenga un impacto cultural.
El líder republicano ha firmado una orden ejecutiva que exige que los edificios federales sean "bonitos". Esta norma, que ya impulsó en su primer mandato pero nunca fue aplicada, ha sido bautizada como "Hacer los edificios bonitos otra vez" y tiene como principal objetivo "promover una arquitectura cívica federal bonita" en las instalaciones dependientes del Gobierno estadounidense.
Esta norma indica que "los edificios públicos federales deben ser visualmente identificables como edificios cívicos y respetar el patrimonio arquitectónico regional, tradicional y clásico". Es decir, los nuevos edificios de las instituciones públicas deberán seguir el estilo, entre otros, de la Casa Blanca o el Capitolio.
Trump argumenta que esta decisión se debe a que los padres fundadores eligieron la arquitectura de Atenas y Roma para proyectar una imagen potente de Estados Unidos al exterior. Sin embargo, esto puede suponer un grave perjuicio para la arquitectura de algunos estados, como el de California, donde sus construcciones se basan en buena parte en la cultura hispana.
También atenta contra la eficiencia energética. La norma pone ejemplos de edificios cuyos estilos no se pueden repetir, entre los que destacan varios edificios modernos con estructura de cristal que favorecen la eficiencia térmica y la presencia de luz natural durante la mayor parte del día. De hecho, el texto asegura que esos edificios no representan "los valores nacionales".
Pero lo más llamativo de esta medida es que choca frontalmente con lo que ha hecho Donald Trump en sus edificios. La Trump Tower de Nueva York o el Hotel Trump de Las Vegas están repletos de cristal, metal y tonos dorados, precisamente todo lo contrario de lo que predica para los edificios federales.