La foto que ha pasado a la historia, y muchos señalan como posible ganadora del próximo premio Putzlizer, muestra a Donald Trump con el puño en alto y ensangrentado. Sin embargo, no es la única imagen que ha trascendido del intento de asesinato contra Trump. Todas tienen algo en común: el valor de los fotógrafos que las capturaron.

Tres fotógrafos arriesgaron sus vidas para capturar la imagen perfecta. Colocándose cerca del escenario, se movieron rápidamente. Evan Vucci fue el más rápido al posicionarse en el centro del escenario, buscando a Trump, enfocando justo en el momento en que capturó a un Trump victorioso, puño en alto, cara ensangrentada y la bandera de Estados Unidos de fondo. Una imagen histórica, gestada instantes después de los disparos contra Trump.

Solo unos segundos después de los disparos, los fotógrafos aparecen en escena y se colocan cerca de Trump, pensando en la foto antes que en salvar su vida. La seguridad de Trump se acerca para mandarles retroceder, pero se acercan todo lo que pueden al candidato republicano logrando otra instantánea icónica: Donald Trump ensangrentado y conmocionado.

Tras levantar el puño, Trump es conducido hacia la escalera. Allí también le acompañan los fotógrafos y ahí también Trump quiere dejar claro que está bien y vuelve a levantar la mano. La sangre que recorre su cara desde la oreja a los labios le da un componente dramático excepcional que también queda plasmado.

En ese lugar es donde se puede apreciar por primera vez la magnitud de la herida. Mientras Trump se apoya en dos agentes, su oreja aún sangra. Tras unos segundos, el expresidente llega al coche por su propio pie, y levanta la mano por tercera vez antes de que entre en su coche y desaparezca.

Pero en toda esta historia, hay algo que pasó desapercibido para todos, menos para Trump, que quería recuperar su zapato a toda costa, pero no fue posible. Y quedó inmortalizado.