El crecimiento del partido de Marine Le Pen, ahora conocido como Rassemblement National, ha sido asombroso en las últimas dos décadas. En 2002, Jean-Marie Le Pen, fundador del entonces Frente Nacional, obtuvo un 17% de los votos en las elecciones presidenciales, sorprendiendo a muchos al pasar a la segunda vuelta. Sin embargo, en poco más de diez años, su hija Marine Le Pen ha llevado a la ultraderecha francesa a recibir el apoyo de casi un tercio del electorado, redefiniendo el panorama político de Francia.

La evolución de la extrema derecha en Francia puede entenderse a través de varios factores clave. Las sucesivas crisis económicas, comenzando con la crisis industrial de los años 80 y seguida por la crisis financiera de 2008, han dejado a muchos trabajadores franceses en una situación de precariedad. La pandemia de COVID-19 y la inflación subsecuente han exacerbado la pobreza en Francia, donde actualmente 10 millones de personas viven por debajo del umbral de pobreza y el coste de vida es una preocupación constante.

El discurso del partido también ha sido un factor crucial. Marine Le Pen ha sabido capitalizar el descontento popular mediante un discurso racista y antiinmigración, que mezcla la religión musulmana con el extremismo islámico, presentándolo como una amenaza para la sociedad francesa. Este mensaje ha encontrado resonancia, especialmente tras los ataques terroristas yihadistas que han sacudido el país, alimentando la percepción de una amenaza interna y externa.

El cambio significativo en el partido se produjo en 2011, cuando Marine Le Pen tomó las riendas del Frente Nacional, rebautizándolo como Rassemblement National y expulsando a su padre, Jean-Marie Le Pen, cuyo historial de declaraciones antisemitas y negacionistas del Holocausto había manchado la reputación del partido. Bajo la dirección de Marine, el partido se ha lavado la cara y ha modernizado su imagen, atrayendo a nuevos votantes, especialmente jóvenes, mediante una fuerte presencia en redes sociales y la promoción de figuras como Yogdan Bagdelá, quien ha sido fundamental en captar el voto juvenil.

A pesar de su ascenso, la izquierda francesa ha fracasado en capitalizar el descontento popular de la misma manera. Los expertos sugieren que, a diferencia de la extrema derecha, la izquierda ya ha tenido su oportunidad de gobernar y muchos votantes descontentos buscan una alternativa que aún no ha sido probada en el poder.