El Partido Popular Europeo (PPE) ha abierto la puerta a posibles pactos con partidos de ultraderecha. Según la presidenta de la Unión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, el partido de Giorgia Meloni "no es homologable a otros partidos de extrema derecha europeos".
Estas declaraciones se producen en un contexto de creciente influencia de partidos extremistas en Europa. Mientras tanto, en Italia, Meloni encabeza un gobierno que muchos consideran el más extremista desde la posguerra, centrando su agenda en la lucha contra la inmigración y la defensa de la familia tradicional.
Desde su llegada al poder, Meloni ha implementado medidas que han generado controversia tanto a nivel nacional como internacional. La presidenta italiana ha priorizado la batalla contra la inmigración, dificultando la labor de las ONG de rescate y externalizando los centros de internamiento. En el ámbito social, su gobierno promueve la familia tradicional como el único modelo válido, adoptando posturas contra el matrimonio homosexual y limitando los derechos de las parejas del mismo sexo.
A pesar de intentar distanciarse públicamente del fascismo, Meloni y su partido conservan símbolos y retórica heredados del 'Movimento Sociale Italiano', una organización posfascista. Sus declaraciones y acciones reflejan una línea dura que se opone a los valores democráticos y los derechos humanos, incluyendo presiones en clínicas de aborto y restricciones a la libertad de prensa.
En el escenario europeo, Meloni ha buscado proyectar una imagen más moderada, hasta el punto en que la presidenta de la UE la define como una persona "proeuropea, antiPutin y defensora del Estado de derecho". En este sentido, Meloni ha prometido a Europa plena adscripción a la OTAN, ha firmado el nuevo pacto de estabilidad y también el acuerdo sobre inmigración. Sin embargo, sus movimientos en Italia pintan un panorama diferente.
De cara a las próximas elecciones europeas, Meloni encabeza la lista de su partido con el objetivo de disparar sus resultados, pero dejando claro que renunciará por Italia. ¿La prueba? Sumar apoyos más allá de la ultraderecha para así garantizarse la permanencia en el poder, a pesar de sus viejas críticas a los "burócratas de Bruselas".
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