Hay un hombre que en este proceso ha pasado para Trump de ser héroe a villano. El abogado que pagó a la actriz porno. Fue condenado a tres años de prisión. Se llama Michael Cohen y de amigo ha pasado a enemigo de Trump.
Hijo de un superviviente del Holocausto, pasó del negocio de los taxis al sector inmobiliario. Y así conoció Trump a su fiel escudero, hoy inhabilitado, en 2006, el mismo año del supuesto affaire con Stormy Daniels.
El letrado salvó al magnate de la revuelta de los vecinos de uno de sus rascacielos. Querían hacerse con la gestión del edificio. Cohen se hizo cargo del asunto y venció. El hombre al que admiraba desde el instituto lo contrató en su empresa y lo acabó convirtiendo en su hombre de confianza.
Cohen idolatraba a Trump hasta el punto de asegurar en una entrevista que se interpondría entre él y una bala. Que nunca se alejaría de él. Nunca durante los 12 años que perteneció a la Organización Trump.
Pero habló Stormy Daniels y lo cambió todo. Fue en 2016. Cohen había pagado de su propio bolsillo y a través de una empresa pantalla los 130.000 dólares que compraron su silencio y el de otra exmodelo de Playboy, sobre los presuntos encuentros con el expresidente. Así que en abril de 2018, registran el domicilio de Cohen y estalla la bomba política. Su defensa le aconseja entonces decir la verdad para limpiar su imagen. Decide colaborar con la justicia y rebelarse contra su jefe. Se declaró culpable y confesó que su principal función consistía en lavar los trapos sucios de Trump.
Su reacción fue el contraataque en las redes: "Que nadie contrate a ese abogado traidor", decía Trump. Y el fallo del jurado fue tres años de prisión para Michael Cohen por financiación ilegal. Él mismo abandonaba su apartamento de Manhattan para ingresar en la cárcel en mayo de 2019. Incluso ese día dejó claro ante la prensa que era más lo que todavía callaba que lo que ya se sabía.
Aprovechó esos 13 meses de cautiverio para llevar a papel los secretos que Trump quería mantener bajo la alfombra, bajo un título en el que reconocía su traición y plagado de descalificativos hacia el magnate. Pero el coronavirus le hizo abandonar la prisión antes de lo previsto y regresar a su casa para cumplir un año más de condena bajo arresto domiciliario. En apenas dos años había pasado de aliado a principal testigo de cargo contra el expresidente. Hoy sigue negando que fuera, como defiende la Casa Blanca, por venganza.
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