El próximo 7 de octubre se conmemora el primer aniversario del ataque de Hamás a Israel, que resultó en el secuestro de 253 israelíes, utilizados como moneda de cambio. En ese momento, el primer ministro Benjamín Netanyahu prometió que haría todo lo posible para asegurar su regreso, justificando así las acciones militares en Gaza. Sin embargo, un año después, más de un centenar de rehenes siguen sin volver a casa.

Hamás ha condicionado la liberación de los rehenes a la cesación inmediata de la guerra en Gaza, mientras que Netanyahu se niega a detener las hostilidades hasta que Hamás sea completamente desmantelado. La angustia de las familias es palpable, ya que no hay información sobre el estado de los cautivos, muchos de los cuales podrían estar vivos o muertos. Semanalmente, los familiares se manifiestan, pidiendo al primer ministro que actúe para liberar a sus seres queridos; la última propuesta tuvo lugar frente a su residencia.

Mientras tanto, la atención pública parece haberse desplazado. Aunque las manifestaciones en apoyo a los rehenes han sido numerosas, el enfoque de Netanyahu se ha movido hacia Hizbulá, desviando la atención del conflicto en Gaza. En los últimos meses, su popularidad ha crecido tras la muerte del líder de Hizbulá, Hasan Nasrallah, y ha llamado a la unidad nacional contra Irán, un enemigo común que une a Estados Unidos e Israel en este contexto.

Así, Netanyahu parece beneficiarse de la escalada del conflicto en el Líbano, que le permite justificar sus acciones más allá de Gaza. La situación, sin embargo, deja a las familias de los rehenes en un estado de desesperanza y confusión, a la espera de respuestas que parecen no llegar.