Sin acercamientos a Occidente
El mundo no puede fiarse de Rusia: este es su historial de rupturas y traiciones
La otra cara A pesar de sus discursos sobre la diplomacia y el cese de hostilidades, el régimen de Putin ha demostrado una y otra vez su disposición a quebrantar acuerdos clave, desde el Memorándum de Budapest hasta su intervención en Ucrania y Georgia.

España mantiene actualmente a 3.000 militares y guardias civiles desplegados en 16 misiones a lo largo de cuatro continentes. Con la ONU, la misión más numerosa está en Líbano, con 670 efectivos. Bajo la OTAN, España refuerza el flanco este, desplegando tropas y recursos en Letonia, Eslovaquia y Rumanía, mientras en Irak luchan contra el DAESH. Además, en el marco de la Unión Europea, está presente en cinco países y participa en la lucha contra los piratas en el Índico.
Mientras tanto, el mundo espera una respuesta clave de Rusia, que decidirá si acepta la tregua en el conflicto con Ucrania. En las últimas horas, un avión del gobierno estadounidense ha despegado rumbo a Moscú para intentar un diálogo directo. Sin embargo, la historia reciente muestra que no es sencillo confiar en las promesas de Rusia.
Rusia ha roto repetidamente acuerdos previos. En 2022, el Kremlin desoyó el Memorándum de Budapest, un acuerdo firmado en 1994, que aseguraba la soberanía de Ucrania a cambio de su desarme nuclear. Rusia no solo rompió dicho pacto al invadir Ucrania, sino que su agresión no es un hecho aislado. Desde 2014, el régimen de Putin ha estado socavando la integridad territorial de Ucrania, anexando ilegalmente Crimea y proporcionando apoyo militar a las fuerzas separatistas en las regiones de Lugansk y Donetsk.
Además, Rusia intervino en Georgia, ocupando las regiones separatistas de Osetia del Sur y Abjasia, dejando una estela de desconfianza y tensión en la región. Cada uno de estos movimientos subraya la naturaleza expansionista del régimen de Putin, que no ha dudado en ignorar compromisos internacionales cuando le conviene.
Rusia, en sus discursos, no solo se enfrenta a Ucrania, sino que plantea una lucha más amplia contra Occidente. Si bien en el pasado la relación con Estados Unidos parecía ofrecer un atisbo de cooperación, especialmente tras los atentados del 11-S, la alianza resultó efímera, ya que Putin utilizó el "enemigo común" para fortalecer su posición interna, acentuando su autoritarismo bajo el pretexto de una amenaza terrorista. En la actualidad, el enfoque de Moscú se ha desplazado hacia la Unión Europea, a la que considera su principal adversario, mientras que Estados Unidos parece haber quedado relegado en su estrategia.
Los expertos internacionales coinciden en que, aunque Rusia no parece estar en condiciones de iniciar una guerra abierta contra Occidente en los próximos meses, los avances en su maquinaria bélica, alimentados por la experiencia adquirida en Ucrania, le permitirán estar mejor posicionada para futuros enfrentamientos. En este contexto, el aislamiento de Rusia respecto a Occidente sigue siendo absoluto. Desde que comenzó la guerra en Ucrania, no ha habido ningún gesto de acercamiento o disposición para negociar de forma seria y sincera. Por el contrario, Moscú continúa aferrándose a una postura agresiva y de desconfianza hacia el resto del mundo.
Recientemente, Sergey Lavrov, ministro de Exteriores ruso, dejó en claro que Moscú no confía en la "buena voluntad" de sus enemigos, especialmente de Europa, lo que reitera la distancia cada vez mayor entre Rusia y las democracias occidentales. En este clima de desconfianza mutua, la pregunta que flota en el aire es si, en las próximas horas, Rusia finalmente cederá y aceptará una tregua, o si preferirá continuar con su estrategia de dilatar el conflicto, apostando por ganar tiempo para fortalecer su posición tanto en Ucrania como en otras áreas de tensión mundial.