Casi 55 millones de habitantes

Myanmar, 80 años de dictadura militar y democracia fallida

Los detalles
Desde su independencia, Myanmar ha vivido solo 18 años bajo gobiernos democráticos, mientras que el ejército, ha mantenido el control durante 62 años, alternando con breves periodos de libertad arrebatados por golpes de Estado.

Myanmar, 80 años de dictadura militar y democracia fallida

Myanmar, una nación marcada por la tragedia y la lucha por la libertad, ha conocido tan solo 18 años de democracia en los últimos 80 años de su historia. Desde su independencia del Reino Unido en 1948, el país ha estado sumido en una constante alternancia entre gobiernos militares y breves periodos de libertad, los cuales han sido aplastados por la mano férrea del Tatmadaw, el ejército, que sigue controlando el destino de la nación hasta del día de hoy.

En sus primeros doce años de independencia, Myanmar vivió bajo un sistema democrático. Sin embargo, en 1962, un golpe de Estado encabezado por el ejército terminó con ese breve experimento democrático, y el país cayó en las manos de una junta militar que lo gobernó con mano de hierro. Desde entonces, los militares han controlado el poder, siempre con promesas de reformas que nunca han llevado a un cambio real en la estructura de poder.

A pesar de la opresión, Myanmar no estuvo exento de intentos de resistencia. En 1988, el pueblo se levantó en una rebelión contra el régimen militar. Las protestas fueron rápidamente reprimidas con brutalidad, pero aunque no lograron derrocar al régimen, marcaron un hito en la historia del país.

La respuesta de los militares fue la instalación de un nuevo general en el poder, quien, en un intento por ganar legitimidad, decidió cambiar el nombre del país de Birmania a Myanmar y convocar a unas elecciones. Sin embargo, esas elecciones no fueron un verdadero ejercicio democrático, ya que la cúpula militar había diseñado el proceso para asegurar su permanencia en el poder.

Fue en ese contexto en 1990 cuando, en unas elecciones ganadas por Aung San Suu Kyi y su partido, la Liga Nacional para la Democracia (NLD), los militares se vieron obligados a anular los resultados y continuar con su régimen autoritario. Aung San Suu Kyi, hija del líder de la independencia, fue arrestada y pasó años bajo confinamiento, mientras el ejército consolidaba su control, ahogando cualquier intento de cambio hacia una democracia real.

El 2015 trajo consigo un atisbo de esperanza. En ese año, tras un proceso de reformas en apariencia encaminadas hacia una apertura democrática, Myanmar celebró unas nuevas elecciones, que, por primera vez en más de medio siglo, fueron libres y justas.

La victoria de Aung San Suu Kyi fue un símbolo de la resiliencia del pueblo birmano. Sin embargo, el control de los militares sobre el país no desapareció, ya que seguían ejerciendo una influencia decisiva sobre las instituciones clave del poder. Aunque Aung San Suu Kyi asumió el cargo de consejera de Estado, el control real seguía estando en manos del Tatmadaw, que, aunque en apariencia había aceptado la democracia, no estaba dispuesto a ceder su dominio absoluto.

El regreso de Aung San Suu Kyi al poder fue efímero. En 2021, con el país sumido en una crisis electoral en la que su partido había ganado las elecciones nuevamente, los militares, temerosos de perder el control, perpetraron un golpe de Estado que derrocó a la líder y restauró el dominio absoluto del Tatmadaw.

Desde entonces, Myanmar ha vuelto a ser gobernado por una junta militar que ha intensificado la represión, violando derechos humanos y aplastando cualquier intento de oposición. La situación es especialmente crítica para los opositores al régimen, que enfrentan encarcelamientos arbitrarios, desapariciones y violencia sistemática.

Myanmar sigue siendo uno de los países más pobres de la región, con una economía debilitada por décadas de inestabilidad política, corrupción y aislamiento internacional. Además, el país se ve afectado por desastres naturales que agravan aún más la ya grave situación humanitaria.

El ciclón Nargis en 2008 dejó más de 120.000 muertos y millones de afectados, y más recientemente, el país ha sido golpeado por terremotos y otras tragedias que han exacerbado las dificultades del pueblo birmano.

Uno de los aspectos más oscuros de la historia reciente de Myanmar es la persecución sistemática de las minorías étnicas y religiosas. Myanmar alberga a una población de alrededor de 55 millones de personas, compuesta por más de 135 etnias, pero la etnia más mayoritaria, los birmanos, ha dominado el poder político, mientras que las minorías han sido históricamente marginalizadas.

Entre ellas, los rohingyas, una población musulmana de origen bengalí, han sufrido una de las persecuciones más brutales de la historia reciente. En 2017, la violencia militar y los ataques sistemáticos contra los rohingyas dejaron al menos 30.000 muertos y obligaron a más de 700.000 a huir del país, creando una de las crisis de refugiados más graves del siglo XXI.