El gran aliado de Rusia es uno de los mayores desconocidos: el primer ministro de la India, el ultranacionalista Narendra Modi. Suya es la decisión de, por ejemplo, mantener las compras de petróleo ruso a pesar de las sanciones que la Unión Europea o el G-7 han decidido aplicar al crudo. India es su segundo importador.
A Modi se le suele comprar con el presidente turco o incluso con el propio Vladimir Putin. Fue propuesto por México para presidir junto al papa Francisco un comité para la paz en Ucrania. Y, a nivel interno, cada vez es más popular en su país.
Sus inicios fueron humildes: creció como repartidor de té en el negocio familiar y sus padres comprometieron su matrimonio cuando solo tenía 13 años, aunque posteriormente se divorció. Vegetariano, adicto al yoga y asiduo a las redes sociales, se inició en la política como miembro destacado del ultranacionalismo hindú.
Sus promesas ultranacionalistas y sus dotes de orador, con un discurso populista, lo convirtieron en un claro candidato a ganar sus primeras elecciones en 2014. Por primera vez en 30 años un partido se hacía con más de la mitad de los votos y desbancaba al partido que había gobernado durante seis décadas, desde que consiguieron la independencia. Entre sus compromisos: acabar con el paro, legislar contra la corrupción e implantar medidas sanitarias en un país de pobreza extrema. Sin embargo, muchas de ellas se quedaron solo en promesas.
Con todo, su mensaje populista le permitió revalidar la mayoría absoluta en 2019. Y todo a pesar de la persecución a las minorías étnicas y religiosas. Su objetivo es un estado exclusivamente hindú y los musulmanes son las principales víctimas de esta islamofobia. Son 200 millones que suponen el 15% de la población del segundo país más habitado del mundo.
Las protestas masivas se produjeron tras el linchamiento de un musulmán que almacenaba carne de res, prohibida en el país. El propio líder alentó muertes, detenciones y violencia contra la comunidad musulmana. Además, en muchos institutos se ha prohibido el velo islámico y las autoridades indias la emprenden a golpes contra quienes se rebelan.
Modi siempre ha negado las acusaciones sobre la represión pero, durante un tiempo, fue 'persona non grata' para Estados Unidos o Reino Unido. Sin embargo, su política exterior ambigua le ha permitido un doble juego. Por ejemplo, con la guerra de Ucrania: no la condena y evita alinearse con las sanciones occidentales.
Contradicción y la falta de pruebas
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