Sevilla quiere que vuelvan a sus noches los 'serenos'. Oficialmente, los va a llamar 'agentes cívicos nocturnos'. Pero, ¿por qué se llamaban serenos? ¿Qué acabó con ellos?

Surgen en el siglo XVIII, en 1777, en Valencia. El alcalde vio la necesidad de dar trabajo a los 'coheters', a los 'coheteros', que tras una prohibición a los talleres pirotécnicos se habían quedado sin ocupación. Se le ocurrió que vigilaran y cuidaran de las calles por la noche. Una idea que, aunque existieron otras similares en otras ciudades, se extendió desde Valencia por todo el país.

Su trabajo no consistía solo en cuidar las calles: si alguien se ponía de parto en una casa, le podían llamar para que buscara una comadrona; si alguien se veía que se iba a morir, le llamaban para que buscara un cura y le diera la extremaunción. También debían estar pendientes por si había un incendio o jaleo en una casa. Por otro lado, estaban pendientes de que no se vendiera alcohol en las calles ni hubiera carteles subversivos.

Si pasaba algo en las calles, llevaban un silbato para avisar a otros compañeros y a la policía. Parece ser que se tomaban muy en serio lo de vigilar el orden, porque a la mínima usaban el silbato... tanto que al final no les prestaban mucha atención. De ahí el dicho "tomar por el pito del sereno".

Sus funciones fueron variando a lo largo de sus dos siglos de existencia, pero la que más se ha quedado es la de abrir portales. Los serenos estaban acotados a una zona: una plaza y unas calles, de las que tenían las llaves de los portales. Era una época en la que las llaves de los portales eran enormes. Si llegabas y no tenías la llave, gritabas al sereno para que viniera a abrirte. Después, le dabas una propina, pues generalmente no tenían salario.

Los serenos desaparecen en cuanto van dejando de ser necesarios. Su labor de cuidar las calles la puede asimilar la policía; de hecho, muchos acabaron como policías locales. De la misma forma, su labor de abrir puertas no tiene sentido cuando se van instalando telefonillos y cerraduras más livianas, así como su labor de avisar a alguien en caso de necesidad deja de tener sentido con la extensión del teléfono.

Su nombre tan característico viene de otra de sus funciones: dar la hora y el tiempo. Si llovía, lluvioso. Si estaba sereno, sereno. Y como no podía ser de otra manera, en España casi siempre estaba sereno, así que casi siempre acababan diciendo 'sereno'.