¿Tiene futuro una OTAN fragmentada?
La OTAN, en su prueba de fuego, ¿puede sobrevivir sin el apoyo total de Estados Unidos?
Sí, pero... Ya no se trata de estar a favor o en contra; la cuestión ahora es si la alianza puede funcionar en un mundo donde Estados Unidos se encuentra en una fase de redefinición, y la confianza mutua dentro de la organización se ve amenazada.

La OTAN se enfrenta a una etapa crítica. Lo que antes se consideraba una alianza indispensable, ahora se enfrenta a una cuestión existencial: no se trata solo de si los países están a favor o en contra de la organización, sino si la OTAN puede realmente sobrevivir en un mundo donde las dinámicas internacionales están cambiando drásticamente. En un contexto marcado por la creciente desconfianza interna y la creciente incertidumbre sobre el liderazgo de Estados Unidos, el futuro de la alianza se ve más incierto que nunca.
En el plano operativo, la OTAN sigue demostrando su capacidad de respuesta. Actualmente, 4.000 militares de nueve países, incluidos Estados Unidos y España, participan en un ejercicio naval de gran escala en las costas de Andalucía. Este tipo de maniobras conjuntas, en las que España ostenta el mando, subraya la capacidad de la organización para mantener su funcionamiento en términos operacionales.
Además, hace un mes, otros 10.000 soldados de la OTAN participaron en maniobras en el este de Europa, otra demostración de que la alianza sigue activa, a pesar de las crecientes dudas sobre su cohesión política.
Sin embargo, la pregunta que se hacen muchos observadores es si esta eficacia operacional puede persistir en medio de un clima de creciente tensión política. La OTAN sigue funcionando, sí, pero su capacidad para mantener una unidad sólida está siendo cuestionada a medida que la relación entre los aliados se complica. Los representantes de los miembros de la OTAN siguen reuniéndose semanalmente, y los ministros de Defensa se ven con una periodicidad mensual.
En la última reunión en febrero, Estados Unidos reafirmó su compromiso con la OTAN, pero también demandó que los países europeos invirtieran más en defensa. Sin embargo, los europeos, acostumbrados a depender de la fuerza militar estadounidense, respondieron con reticencia tanto en cuanto al compromiso de Washington como a las demandas de mayor gasto.
La próxima cumbre de líderes en junio podría ser el punto álgido para discutir el futuro de la organización, con la presencia de Donald Trump, quien no ha ocultado sus dudas sobre la utilidad de la OTAN para los intereses de Estados Unidos.
Uno de los elementos más significativos en este contexto es el puesto de Comandante Supremo Aliado (SACEUR), tradicionalmente ocupado por un militar estadounidense. Este cargo, que controla todas las fuerzas operativas de la OTAN, ha sido hasta ahora un símbolo del liderazgo de Estados Unidos dentro de la alianza.
No obstante, se ha comenzado a rumorear que Trump podría no designar a un nuevo comandante, lo que sería una señal de abandono simbólico del liderazgo estadounidense en la OTAN. Esta situación no solo minaría la moral de los aliados, sino que podría desencadenar un proceso de desbandada de las tropas estadounidenses de Europa, lo que debilitaría la presencia militar en el continente y pondría en riesgo la capacidad de la OTAN para actuar colectivamente en momentos de crisis.