El tablero político se agitaba en julio de 2019. En plenas negociaciones postelectorales, Pedro Sánchez, aún en funciones, se reunía con Esquerra Republicana en el Congreso. Los pasos hacia la investidura eran inciertos, y las sombras del espionaje se cernían desde entonces sobre las conversaciones.
En la sesión de investidura, el 25 de julio, Sánchez no logró la bendición de ERC, por lo que la repetición electoral asomaba, mientras el Gobierno en funciones buscaba apoyos. Sin embargo, la relación con Esquerra, bajo la mirada del CNI, añadía un giro inesperado a la trama política.
Noviembre llegó con elecciones convocadas y una Cataluña en ebullición tras la sentencia del procés. Sánchez, en plena campaña, enfrentaba protestas en Barcelona. Las medidas de seguridad ilustraban la tensión que rodeaba al presidente. En ese momento, Sánchez visitó en el hospital de Sant Pau a policías heridos. Sin embargo, la visita a Barcelona destacaba por su tensión y las protestas masivas. La seguridad del presidente se intensificaba, dejando entrever la fragilidad política que se ocultaba tras el escenario.
Finalmente, Sánchez ganó las elecciones generales y la danza política continuó, con negociaciones con Esquerra, diálogo y acuerdos que marcaban una nueva etapa. El presidente, ahora investido, intentaba rebajar la tensión y, desde entonces, la relación entre ERC t Sánchez ha sido buena, con encuentros, diálogo y acuerdos, aunque está por ver si continúa esa confianza tras la revelación de las fechas del espionaje.
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