En el corazón de Santiago de Compostela se erige un palacio que desafía la lógica política y social de Galicia: el Palacio de Monte Pío. Construido hace dos décadas por Manuel Fraga, buscaba embellecer la Presidencia de la Xunta con un toque de prestigio que, irónicamente, ha quedado en el olvido.
Equipado con todas las comodidades imaginables, desde una piscina climatizada hasta un extenso jardín privado, este edificio representa un capítulo extravagante en la historia política gallega. Sin embargo, su lujo no ha sido suficiente para convencer a los presidentes recientes, como Alberto Núñez Feijóo o Alfonso Rueda, de convertirlo en su hogar.
El misterio no solo reside en sus habitaciones vacías, sino también en las sombras de su financiación. El coste del Palacio de Monte Pío, estimado entre siete y 10 millones de euros, sigue siendo una incógnita envuelta en la falta de transparencia. Esta ambigüedad financiera alimenta las especulaciones y el debate público sobre el uso y gestión de los fondos gubernamentales, especialmente en un contexto de necesidades sociales y económicas más apremiantes.
Con las elecciones autonómicas a la vuelta de la esquina, la pregunta sobre quién ocupará finalmente el palacio de Monte Pío añade un elemento de intriga al ya de por sí emocionante proceso electoral gallego. ¿Será el próximo presidente de la Xunta quien rompa la tradición y elija vivir en este símbolo de poder y controversia?
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