En un giro inesperado en la dinámica de la guerra y la geopolítica, Rusia está superando ampliamente a Occidente en la adquisición de armas y proyectiles, a pesar de las sanciones impuestas por la comunidad internacional. La República Checa, encargada de coordinar la compra de armamento para la OTAN, reconoció hoy que no pueden competir con Moscú en las subastas globales de armas.

Este fenómeno se asemeja más a una subasta que a una guerra internacional, donde el que paga más y más rápido obtiene lo que necesita. Rusia, con su impresionante capacidad industrial que involucra a 3,5 millones de trabajadores, ha logrado mantener su flujo de armamento no solo mediante producción propia, sino también gracias a un mercado global dispuesto a vender al mejor postor.

El ejército estadounidense había estimado que, sin ayuda externa, Moscú agotaría sus reservas de proyectiles a principios de este año. Sin embargo, esta predicción no se cumplió. Rusia ha aprovechado tanto su capacidad productiva con la compra de armas en mercados internacionales. A pesar de las estrictas sanciones europeas sobre exportaciones a Rusia, el país ha recibido más de 100 millones de euros en artículos estratégicos que pueden ser utilizados para la fabricación de armamento.

La situación se complica aún más con la exportación indirecta de materiales prohibidos. Países como Turquía, Emiratos Árabes Unidos y China han suministrado a Rusia materiales esenciales para continuar su guerra, mediante pequeñas empresas e intermediarios que dificultan el seguimiento del rastro de estas transacciones.

Recientemente, se descubrió que Rusia está en negociaciones secretas con Egipto para recuperar 150 motores de helicóptero que previamente le había vendido, según un informe de 'Wall Street Journal'. Asimismo, Estados Unidos ha mantenido conversaciones discretas con Corea del Sur para la compra de un millón de proyectiles, reveló el 'Washington Post'.

La Unión Europea, consciente de estas lagunas, ha actualizado su lista de productos prohibidos para exportar a Rusia, centrando sus esfuerzos en productos electrónicos y otros materiales estratégicos. Sin embargo, el desafío persiste, ya que en esta 'subasta' global, cualquiera puede participar y las transacciones se realizan a menudo sin un objetivo militar explícito, sino al mejor postor.