Vaticano bajo llave
Lo que los papas ocultaron en vida: los secretos de la Iglesia que solo salieron a la luz tras su muerte
Los detalles Del Tercer Secreto de Fátima al silencio de Pío XII durante el Holocausto, pasando por los encubrimientos de abusos y los informes ocultos de Benedicto XVI, cada papa deja un legado de secretos.

Con la muerte del papa, el mundo pierde una figura espiritual, pero también el último guardián de secretos que han marcado la historia reciente de la Iglesia. Algunos, como el Tercer Secreto de Fátima, pasaron de papa en papa como una llama custodiada en la oscuridad: de Juan XXIII a Pablo VI, de este a Juan Pablo I y luego a Juan Pablo II, que finalmente lo reveló en el año 2000.
Una visión apocalíptica donde un papa cae bajo las balas, interpretada como el atentado contra el propio Wojtyla en 1981. Pero, ¿fue solo una imagen profética o un aviso de lo que vendría dentro de la Iglesia?
Porque no todos los secretos fueron celestiales. Algunos eran demasiado terrenales. Uno de ellos tenía nombre y apellido: Marcial Maciel. Fundador de los Legionarios de Cristo y protegido del poder vaticano, Maciel fue acusado desde los años 40 de abusos sexuales sistemáticos.
Las denuncias llegaron a Roma durante el largo pontificado de Juan Pablo II, y aun así, Maciel fue aplaudido, premiado, blindado. ¿Por qué? ¿Fue Wojtyla quien lo protegió por convicción o por consejo?
Nunca se ha revelado el contenido de su archivo privado. Nada ha trascendido. Pero lo cierto es que, con su sucesor, Benedicto XVI, la actitud cambió radicalmente. En cuanto llegó al trono de Pedro, Ratzinger actuó contra Maciel con una contundencia que evidencia una verdad: el Vaticano sabía.
¿Y qué secretos dejó Benedicto XVI? Un informe. O varios. Encargados a cardenales, sobre la curia, el corazón del poder vaticano. Se habló de corrupción, de luchas internas, de redes de influencia, de escándalos sexuales dentro de los muros del Estado más pequeño del mundo.
Ese informe —según se filtró— fue guardado por Benedicto en su caja fuerte, esperando que su sucesor, Francisco, lo leyera y decidiera. ¿Lo hizo? ¿Quién más lo leyó? No se sabe. Pero es posible que todos los cardenales del cónclave lo tuvieran en sus manos antes de votar.
Y más atrás, otro papa cargado de sombras: Pío XII. El pontífice del silencio durante el Holocausto. El que supo —según revelan millones de documentos abiertos en los últimos años— lo que ocurría en los campos de exterminio, pero no denunció con la contundencia que esperaban los aliados. El que temía una represalia nazi contra los católicos, pero cuyo silencio dejó huella en la memoria del siglo XX.
Tras la muerte del papa Francisco, cabe preguntarse: ¿cuántos secretos mueren con él? ¿Y cuántos siguen encerrados en archivos, cajones o informes sellados, esperando otro siglo para salir a la luz?