Sanofi ha informado este lunes de que su vacuna va por buen camino. No obstante, a punto ha estado de quedarse por el camino. Cuando se puso a investigar y dio con una fórmula, se probó en humanos, pero hubo problemas: la vacuna funcionaba muy bien para los menores de 50, pero muy mal para los mayores de 50. Es decir, los más vulnerables quedaban desprotegidos, por lo que decidieron retrasar esa investigación y seguir insistiendo por otra vía para dar con un remedio bueno.
Ojo: puede que en el futuro se desechen más proyectos dedicados a investigar vacunas contra el coronavirus porque se van a dar varias circunstancias. El primero, naturalmente, que de todos los estudios que se están llevando a cabo muchos podrían no dar buenos resultados, pero no es el único factor. El segundo, que no haya dinero para investigación (las vacunas tienen que probarse, y un ensayo con miles de personas suele necesitar inversiones millonarias).
El tercer problema está relacionado con los ensayos: los enfermos. Si todos estamos vacunados y estamos bien, no va a haber enfermos con los que probar. El cuarto problema tiene que ver con el tiempo: es importante tener en cuenta en qué momento se aprueban y se completan las vacunas de dichos proyectos, porque puede suceder que cuando se consiga todo el mundo esté vacunado o se tengan ya suficientes vacunas. Así lo dicen las estadísticas: solo triunfa entre el 5%-10% de los proyectos.
Pero ¿es normal que en la búsqueda de la vacuna se fracase? Actualmente existen 300 proyectos dedicados a encontrar una vacuna. De momento, han fracasado y se han abandonado cuatro. Dos de ellos pertenecen a la misma compañía: el laboratorio MSD, un gigante de la industria farmacéutica capaz de investigar en la lucha contra el cáncer de pulmón y al mismo tiempo dar la vacuna contra el papiloma humano.
Frente a esta pandemia, quisieron dar con una cura y compraron un laboratorio que parecía tener una vacuna muy avanzada, pero el laboratorio fracasó porque su vacuna no daba buenos resultados. Tras un nuevo problema con otro laboratorio, decidieron dejar de investigar en vacunas e invertir en el estudio de medicamentos, así como dar su capacidad industrial a otros para que sí produzcan vacunas.
El tercer caso de fracaso registrado en esta cuestión tiene a la Universidad de Queensland, en Australia, como protagonista. Los investigadores de este centro se pusieron a indagar en busca de una vacuna y les fue bien. Vieron que la suya funcionaba en el laboratorio y en los animales con los que se probó. Pero hubo problemas cuando la probaron con humanos: los pacientes salían con la prueba del VIH positiva. Es decir, daba un falso positivo del virus que genera el SIDA (no quiere decir que lo tuvieran).
El cuarto ejemplo es el de la Imperial College de Londres. También quisieron hacer su vacuna. De hecho, lo tenía tan claro que se asociaron con una empresa para hacer la fórmula y con otra para mejorarla cuando el vial estuviera aprobado y completado. Pero su vacuna no dio los resultados esperados y acabaron renunciando.