En los últimos días, Europa ha sido testigo de una serie de incendios provocados en importantes infraestructuras comerciales e industriales. Desde el devastador incendio en el centro comercial más grande de Polonia hasta el fuego que consumió el Ikea de Vilnius en Lituania, las autoridades apuntan hacia una posible estrategia de sabotaje por parte de Rusia.

El primer ministro polaco, Donald Tusk, ha confirmado el sabotaje en el incendio del centro comercial polaco, calificándolo como un acto de guerra. Similarmente, en el incendio del Ikea en Lituania, las sospechas recaen nuevamente sobre Rusia, con el respaldo de investigaciones de los servicios de seguridad europeos.

Pero estos incidentes no son aislados. Un tercer incendio provocado en un polígono industrial al oeste de Londres, con la detención de un presunto autor reclutado por inteligencia rusa, refuerza las preocupaciones sobre una estrategia de desestabilización. Aunque no hay pruebas de coordinación entre los tres eventos, los servicios de seguridad europeos sugieren una táctica clara de Rusia para generar caos y dudas en Occidente.

Esta no es la primera vez que se emplea el sabotaje como herramienta de guerra. En 2022, en plena guerra de Rusia y Ucrania, el gaseoducto Nord Stream que conecta Alemania y Rusia sufrió varios ataques, se escaparon 800 millones de metros cúbicos de gas. Dos años después, las autoridades finalmente confirman que el incidente fue intencionado, aunque la identidad de los responsables sigue siendo objeto de especulación.

Uno de los sabotajes más espectaculares fue durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los aliados llevaron a cabo una misión para destruir una planta noruega de agua pesada en manos nazis, crucial para los planes de Hitler de fabricar armas nucleares. Utilizando paracaídas, esquís y atravesando montañas, los valientes hombres ejecutaron una operación que ha quedado grabada en la historia por su espectacularidad y determinación.

Asimismo, la resistencia durante aquel conflicto demostró la efectividad del sabotaje clandestino, con más de 1.000 acciones que desempeñaron un papel crucial en el caos previo al desembarco de Normandía. Desde bloquear comunicaciones y transportes hasta crear confusión y desmoralización, su manual de sabotaje ofrecía una amplia gama de tácticas, desde la más sutil hasta la más disruptiva.