Kim Jong-Un, el dictador de Corea del Norte, ha consolidado su régimen a través de una serie de ejecuciones brutales que han afectado a una variada gama de individuos, desde ministros y familiares hasta músicos. Las recientes ejecuciones de 30 funcionarios, acusados de corrupción y negligencia tras las devastadoras inundaciones en la provincia de Chagang, son solo la última muestra de su despiadada política.

Entre las víctimas más destacadas se encuentra su propio tío, Jang Song-Thaek, el segundo hombre más poderoso del país, quien fue ejecutado en 2013 bajo acusaciones de traición económica. Esto subraya la severidad con la que Kim Jong-Un maneja cualquier percepción de deslealtad.

En 2015, Kim Jong-Un ordenó la ejecución del Ministro de Industria por cuestionar un plan de reforestación, y también ejecutó al viceministro de Bosques por quejas sobre el programa de forestación del país. Además, el viceministro de Educación fue fusilado por mostrar una actitud irrespetuosa durante una reunión con el líder supremo.

La brutalidad del régimen también ha alcanzado a aquellos encargados de la seguridad del dictador. En 2017, Kim Won Hong, ex jefe de la policía secreta, fue asesinado tras ser acusado de corrupción y abuso de poder. La ejecución de Kim Hyok Chol, ex embajador de Corea del Norte en España, se produjo tras el fracaso de una cumbre con Estados Unidos.

Incluso la Orquesta Uhasu, considerada la más selecta del régimen, no estuvo a salvo; cuatro miembros fueron ejecutados bajo acusaciones de espionaje. Estos actos de violencia ejemplar reflejan la brutal y despiadada naturaleza del liderazgo de Kim Jong-Un, que no duda en aplicar castigos extremos para mantener su control absoluto sobre Corea del Norte.