En medio de un escenario político complejo, Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) se encuentra en una posición paradójica: si apoya a Salvador Illa pero no entran en el gobierno, se produciría algo así como que ERC fuese oposición en Cataluña al PSC, pero socio en el ámbito nacional del PSOE.
Sin embargo, esta situación no es completamente inédita en la política española. En el pasado, durante los años del tripartito en Cataluña, ERC y el PSC, junto con Iniciativa per Cataluña, formaron un gobierno que desplazó a CIU. Entonces, con CIU en la oposición, sus abstenciones en el Congreso permitieron investir a José Luis Rodríguez Zapatero por primera vez en 2004 y revalidad su mandato en 2008. Todo bajo la promesa de crear un Estatut de Cataluña que respetara el texto que saliera del Parlament, y así fue, se aprobó durante el mandato del socialista Pasqual Maragall.
Asimismo, hay ejemplos recientes de partidos que mantienen posturas opuestas a nivel regional y nacional. Un caso es el de Bildu en el País Vasco, que, a pesar de su oposición al PNV en la comunidad autónoma, ha llegado a acuerdos con el PSOE en Madrid, estos acuerdos les han permitido ganar apoyo entre el electorado abertzale -como en las últimas elecciones vascas-. Han pactado por ejemplo con el Gobierno de Sánchez la quinta prórroga del estado de alarma o la última investidura de Pedro Sánchez, además en la legislatura anterior llegaron a apoyar 80 iniciativas legislativas.
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Otro caso es el de Junts per Catalunya, que, tras su ruptura con ERC y los acuerdos en Madrid con los que ha conseguido recuperar protagonismo en las elecciones catalanas, se encuentra en una posición similar. Mientras se enfrenta a su antiguo socio en Cataluña, ha alcanzado acuerdos inusitados en Madrid, incluido el apoyo a la investidura de Pedro Sánchez con un acuerdo de cuatro páginas que incluía, entre otras cosas, la amnistía y el marco para negociar.