En el siglo XIX
Trump y los aranceles: un eco moderno del 'Made in Germany'
¿Qué podemos esperar? La conversación entre Trump y Trudeau sobre los aranceles evoca la historia del sello 'Made in Germany', que inicialmente nació como una estrategia para proteger las industrias locales, pero terminó consolidando la reputación de la manufactura alemana.

Este miércoles, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, mantuvo una conversación con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, en la que discutieron la posibilidad de retirar los aranceles impuestos entre ambos países. A pesar de las negociaciones y las expectativas de una posible modificación de las políticas comerciales, los aranceles permanecen vigentes. Trump, como ha declarado en ocasiones anteriores, argumenta que estas medidas son necesarias para proteger los productos estadounidenses y garantizar la competitividad de las industrias nacionales frente a las importaciones extranjeras.
Esta situación recuerda a una historia económica que data del siglo XIX, cuando el Reino Unido, preocupado por la competencia de productos alemanes, introdujo el sello 'Made in Germany' como una forma de advertencia a los consumidores. Aquel contexto, que podría parecer lejano, guarda paralelismos con las políticas comerciales de Trump y la forma en que la globalización y las prácticas comerciales se entrelazan.
En el siglo XIX, el Reino Unido era reconocido mundialmente por la calidad de sus productos, y la ciudad de Sheffield, en particular, se destacó por la fabricación de cuchillos de acero fundido, elaborados a mano y con una durabilidad excepcional. Estos cuchillos británicos gozaban de gran prestigio, hasta que comenzaron a ser desafiados por la competencia alemana.
Los cuchillos fabricados en Alemania, aunque más baratos, eran de calidad inferior: se rompían rápidamente debido a su fabricación menos rigurosa. Sin embargo, los productos alemanes se vendían en gran número, pues muchos compradores no sabían reconocer la diferencia de calidad y, lo que es más grave, muchos de estos productos eran falsificados con etiquetas como 'Made in England', a pesar de que se fabricaban a tan solo unas horas de Berlín.
La situación fue vista por el gobierno británico como una amenaza para la industria nacional. Sin embargo, el Reino Unido evitó recurrir a una medida tan radical como los aranceles, consciente de que esta estrategia podría llevar a represalias de otros países y poner en peligro los propios intereses comerciales británicos.
En lugar de ello, el gobierno optó por una solución más estratégica: obligó a que los productos extranjeros llevaran una etiqueta que especificara su verdadero origen. Así fue como nació el sello 'Made in Germany'. Esta etiqueta, inicialmente pensada como una forma de señalar la supuesta baja calidad de los productos alemanes, tenía como objetivo desalentar el consumo de estos productos y fomentar la compra de los productos británicos.
Lo que comenzó como una forma de advertencia sobre la inferioridad de los productos alemanes pasó a ser un símbolo completamente diferente con el paso de las décadas. A medida que Alemania comenzó a transformar su economía, invirtiendo en educación, infraestructura, transporte, tecnología y otros sectores clave, la calidad de sus productos mejoró considerablemente.
A mediados del siglo XIX, la industria alemana alcanzó altos estándares de excelencia, y el sello 'Made in Germany' pasó a ser un símbolo de calidad, garantizando que los consumidores eligieran productos fabricados en Alemania con plena confianza.
Hoy en día, 'Made in Germany' es sinónimo de calidad y fiabilidad en todo el mundo, un símbolo que invita a los consumidores a elegir productos alemanes en diversas industrias, desde la automotriz hasta la tecnología y la ingeniería. La ironía de esta historia es que la etiqueta, que una vez se utilizó para desacreditar a los productos alemanes, al final ayudó a consolidar la reputación de Alemania como un líder en manufactura y calidad.