Campos de ciberesclavos
Vivimos en la era de los 'ciberesclavos': trabajan 20 horas al día y son torturados si no estafan a tres personas al mes
El 'modus operandi' Las organizaciones criminales captan a ciudadanos desesperados de India, Sri Lanka y China con falsas promesas de trabajo, solo para secuestrarlos y obligarlos a trabajar en condiciones inhumanas en Birmania y Camboya, donde la ONU calcula que más de 200.000 personas viven como 'ciberesclavos'.
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Tailandia ha decidido cortar la electricidad de toda una ciudad que en los últimos años se había convertido en un centro neurálgico de uno de los mayores crímenes cibernéticos internacionales. La medida busca acabar con las mafias que operan en la zona, las cuales se especializan en esclavizar a miles de personas para llevar a cabo estafas online. Sin embargo, a pesar de la interrupción de la energía, los centros continúan operando gracias a generadores diésel.
Estas organizaciones criminales se alimentan de la desesperación de ciudadanos de países como India, Sri Lanka y China, que son captados con promesas de trabajo en Tailandia, solo para ser secuestrados y enviados a Birmania, donde operan a sus anchas.
La ONU estima que solo en Myanmar y Camboya hay más de 200.000 personas viviendo como 'ciberesclavos', forzadas a trabajar 20 horas diarias bajo condiciones infrahumanas. Las víctimas son sometidas a brutalidad física, y si no logran estafar al menos a tres personas al mes, enfrentan castigos violentos. Además, si no alcanzan los objetivos impuestos, pueden ser obligados a vender sus órganos.
Este monstruoso crimen organizado comenzó durante el confinamiento del COVID-19, cuando los casinos cerrados en Camboya se convirtieron en centros de estafa cibernética. En ellos, personas de diferentes países son reclutadas para trabajar en falsos portales de inversión. La estafa más común consiste en ganarse la confianza de la víctima, prometiéndole altas ganancias. Sin embargo, lo que la víctima cree que es una inversión exitosa se desvanece tan pronto como el perfil de la estafa desaparece, dejando solo pérdidas y un rastro de desdicha.
Aunque la medida del gobierno tailandés podría ser un paso hacia el desmantelamiento de estas mafias, aún está por verse si la acción será suficiente para erradicar por completo este fenómeno. Las bandas siguen operando, refugiadas en la sombra de las zonas sin control, donde las leyes parecen no existir.