La pandemia de coronavirus ha disparado los casos de trastorno de la conducta alimentaria, y sobre todo ha retrasado el diagnóstico de estas enfermedades, lo que se traduce en que los pacientes presentan cuadros más severos cuando empiezan a recibir atención médica.
Patricia Cervera, presidenta de la Asociación de Trastornos de la Conducta Alimentaria en Andalucía, tiene una hija que tuvo que ser ingresada por anorexia durante el confinamiento. Empezó con la enfermedad a los 13 años y ahora, a los 22, está en el peso más bajo que ha tenido en estos casi 10 años, con menos de 30 kilos.
Como no hay unidades para que puedan ingresar personas con TCA y los hospitales están colapsados por la pandemia, explica la madre, la joven se encuentra con una sonda nasogástrica en su propia casa.
Asegura Cervera que tanto los enfermos como los familiares que cuidan de ellos están pasando por "situaciones de angustia, miedo e incertidumbre, más que nunca". Además, a nivel de asistencia sanitaria la situación está "peor que nunca", porque "se han aplazado o suspendido muchas citas".
"Si ya eran deficitarias antes de la pandemia, con la pandemia nos hemos sentido abandonados", afirma. Por ello, ha iniciado una campaña de firmas para que haya una unidad de TCA en la comunidad. "Si no hay tratamiento se cronifica la enfermedad a nivel físico y nivel mental. Esta situación de pandemia está afectando a la salud mental en general, y está agravando muchos casos", concluye la madre.
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