Esta semana se cumplen diez años del crimen de Asunta Basterra, el asesinato de una niña por parte de sus padres adoptivos del que todavía quedan muchas dudas una década después de lo ocurrido.
Alfonso Basterra y Rosario Porto eran un matrimonio conocido en Santiago, una abogada y un periodista que drogaron a la niña con 27 orfidales que disolvieron en su bebida. La tarde de los hechos, Asunta fue a comer a casa de su padre. A las 17:20, una cámara de seguridad graba a Asunta paseando de camino a casa de su madre.
Una de las incógnitas es quién movió el cadáver de Asunta, ya que ni el coche ni las zapatillas tenían rastro alguno de arena. Y es que el sitio donde estaba Asunta era un terraplén junto a la carretera.
Pero quizás el mayor interrogante está en ese atacante fantasma que apareció en la casa de los Basterra Porto y que intentó, presuntamente, estrangular a la niña meses antes de este crimen. Rosario Porto dijo haberse dejado las llaves por fuera y que eso permitió al atacante entrar. La realidad es que nunca denunció este presunto ataque... hasta que denunció la desaparición de su hija.
Además, los investigadores encontraron imágenes pornográficas en el ordenador del padre, fotogradías de mujeres jóvenes orientales. Ahora, diez años después, Alfonso Basterra no quiere salir de permiso de la cárcel cuando todavía le quedan ocho años por cumplir, acercándose al tercer grado. Él jamás ha reconocido que participase en los hechos, al igual que ella, que se suicidó en noviembre de 2020.
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