20 de diciembre de 1973. El Presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco, se dirige a su domicilio tras asistir a misa en la iglesia de San Francisco de Borja, en Madrid. Su coche blindado es custodiado, avanza lentamente. Llega a la calle Claudio Coello, esquina Maldonado.

La calle quedó absolutamente destrozada. Todos buscan al presidente. Pero el presidente se encuentra en su vehículo, ha ascendido a más de veinte metros de altura. Está en el patio interior de un edificio de seis plantas de los jesuitas. Él y dos personas más están malheridos.

Les trasladan al hospital, pero los tres mueren. El comando Txiquía de ETA había alquilado un semisótano en el 104 de la calle Claudio Coello. Desde allí, hicieron túnel hasta el centro de la calzada. 100 kilogramos de goma-2 que provocan la tragedia.

“Argala”, “Marquín”,  “Atxulo”, “Wilson”, “Josu” y “Zigor”, son los alias de los etarras acusados por el asesinato. Tiempo después, el tiempo dejaría unas cifras para la reflexión: la banda terrorista asesinó a 45 personas durante la dictadura, y más de 850 en democracia.

El régimen franquista despertó poco antes de morir. Por primera vez en casi 40 años descubrieron que eran vulnerables. ETA quiso a dar a conocer al mundo occidental sus reivindicaciones separatistas, y pretendía ganar simpatías por parte de los contrarios a la dictadura.

Y, para ello, escogió una fecha difícil de entender. Justo el día que empezaba el juicio por el proceso 1001, en el que se condenó a prisión a toda la dirección del sindicato de Comisiones Obreras por asociación ilícita.

El reaccionario Teniente General Iniesta Cano, Director General de la Guardia Civil, quiso controlar policial y militarmente el país, algo así como un pequeño golpe de Estado.

Envió una orden expresa para que así fuera a todos los cuarteles. Pero una de estas órdenes la recibió el Jefe de la Casa Militar, Luis Díez Alegría. Éste se puso en contacto con el presidente en funciones tras la muerte de Carrero, Torcuato Fernández Miranda.

Iniesta Cano tuvo que revocar la orden, firmada de su puño y letra. Así que, finalmente, se contuvo el golpe, pero, para algunos, la muerte de Carrero Blanco acabó con la mitad de la sucesión prevista por Franco: Carrero como Jefe de Gobierno y el Príncipe Juan Carlos, como Jefe de Estado.