La bomba estalló en 2009 y lo hace en manos de Baltasar Garzón, que se convirtió en la primera víctima judicial de la trama un año y tres meses después.

La defensa de la Gürtel le denuncia por grabar las conversaciones entre varios encarcelados y sus abogados y queda apartado desde entonces. En 2012, el Tribunal Supremo le inhabilita durante 11 años por prevaricación.

Sus métodos eran propios de sistemas políticos ya superados según dijeron por unaniminidad. Garzón era para el Supremo un juez totalitario. Pero para entonces el juez ya se había inhibido de la causa, había aforados y correspondía al Tribunal Superior de Justicia de Madrid.

La patata caliente pasa a manos del juez Antonio Pedreira, que desimputó a Rosalía Iglesias, Ricardo Galeote o Luis Bárcenas después de grandes presiones justo antes de conocer que tenía 48 millones en Suiza. Ya sin aforados, la fiscalía pide que el caso vuelva al ya renovado juzgado número 5 de la Audiencia Nacional.

Pablo Ruz es entonces bien visto sustituto de Garzón y la fama le dura tanto, que cuando Miguel Carmona gana la plaza, en lugar de quedarse en la audiencia, el PP le busca sitio fuera del país y le crea un puesto a medida en Londres con unas condiciones casi irrechazables. Plan perfecto en su momento que ha tardado menos de dos años en desmoronarse.

También lo puso en peligro el juez Gómez Bermúdez, que se disputó con Ruz la pieza separada de los papeles de Bárcenas, aunque finalmente la sala de lo penal decidió que fuera Pablo Ruz quien lo instruyera.

Fecha clave, a partir de ahí, la encarcelación de Bárcenas, el registro a la sede del PP o el auto que ha forzado la dimisión de Ana Mato, toda una onda expansiva que podría suponer que la trama Gürtel acabe teniendo un cuarto juez instructor.